En la vida política, en la gestión pública, en la responsabilidad de un gobierno ante la sociedad, siempre hay unos que gestionan, que hacen el trabajo serio, responsable, duro, oscuro, anónimo y otros que se muestran como los iconos que dan imagen, que ponen cara a esa ardua tarea.
Suelen ser siempre los más agraciados, los que mejor imagen dan, los que nunca dan un mal paso ni se les puede captar un gesto criticable.
Los más comprometidos con los valores que representa ese gobierno y a quienes todos identifican con las cosas buenas que se han hecho en los años transcurridos y en los que queda por andar. Se suele aprovechar también para que se muestren a los ciudadanos aquellos actos que han de recibir la bendición de todos, por su generosidad, por su humildad, por su comprensión, por su solidaridad. Un hospital, una guardería, una desgracia compartida, todo lo que sea alejarse de los fastos y los oropeles con los que las malas lenguas identifican el uso y disfrute del poder....nada de trajes caros ni de coches lujosos ni de alfombras ni de brillos.
Así es la imagen de un gobierno que tiene frente a sí una dura tarea, la de trasladar a la población que para que el PIB sólo baje en este año el 0,1 % es necesario que haya cinco millones de parados, la de que para explicarle que los bancos sigan repartiendo beneficios, ellos han de perder los pisos que no podrán pagar con sus hipotecas, la cara de un gobierno que les ha pedido a los trabajadores que trabajen tres o cuatro años más antes de jubilarse y que les ha dicho que para calcular su pensión habrá que contar el sueldo que ganaba cuando entraron de aprendices.
Un gobierno de izquierdas, solidario, responsable, comprometido con la angustia de su pueblo.
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