Es cierto que he tenido que ir en coche y que no había ascensor que me llevase, pero también es cierto que la mañana de noviembre era hermosa y que el paseo era más que embriagador.
Itálica sigue siendo un sueño de extraña realidad en la cornisa de Santiponce y la luz de la mañana hacía que todo pareciera aún más irreal.
Itálica, como Baelo Claudia en Cádiz, como Carmona en Sevilla, como la Alcazaba de Almería, como Medina al Zahara, es un Conjunto Arqueológico de los que unen todos los requisitos para convertirse en un espacio patrimonial de incalculable valor además de un núcleo de especial relevancia económica para el entorno.
Hoy todos sabemos que el patrimonio histórico es indisoluble de la actividad económica que genera a su alrededor. Por eso es tan importante medir con exactitud la repercusión que ese actividad económica tiene sobre el bien patrimonial. Y no es sólo una dimensión cuantificada: mayor o menor presión sobre el bien. Es además la calidad de la oferta turística lo que se ha de dimensionar. El empresario de la hostelería debe realizar también un esfuerzo en su oferta de tal modo que todo el beneficio no sea el resultado único de la explotación del recurso patrimonial. Esa actitud sólo conduce al agotamiento. Nuestras playas saben mucho de eso.
Los restaurantes que hay en torno al Conjunto de Itálica son excepcionales. Buena calidad, buen servicio, buenos precios, atención al cliente y esas cosas que hacen que uno intente siempre volver.
Quizás los restaurantes que viven en el entorno de la Alhambra debieran aprender algo así. Si su calidad fuese igual, su servicio bueno y sus precios sensatos, igual no necesitarían un ascensor para hacer bajar a los turistas de la Alhambra.
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