El penúltimo capítulo en la lista de "ocurrencias" en torno al ya tristemente famoso ascensor de la Alhambra, lo ha protagonizado nada más y nada menos que el rector magnifico de la Universidad de Granada proponiendo la instalación de un "tapis roulant", uno de esos cacharritos que te trasladan por los aeropuertos a velocidad de silla de ruedas y por los que ves pasar a la gente a tu lado mientras se te pone cara de tonto.
El rector magnífico de la UGR ha perdido una maravillosa ocasión de callarse y de no dejar en evidencia sus manifiestas lagunas en materia de cultura y, sobre todo, de patrimonio histórico.
Hubo un tiempo en que la universidad de Granada era, por seguir dándole vueltas al asunto, un faro en la cultura granadina y casi se podría decir que en la cultura andaluza.
Hubo un tiempo en que había un festival de teatro con Manolo Llanes como director, una programación de cine excepcional con Nacho Mendiguchía como responsable, un aula de música con Enrique Gámez e, incluso una programación estable de exposiciones de arte contemporáneo a la que no calificaré, entre otras cosas, porque era yo el responsable. Andaba de vicerrector Juan José Ruiz Rico y de director del secretariado José García Leal, " Pepe el francés".
De ese tiempo hasta ahora, la universidad de Granada en materia de cultura ha avanzado, salvo excepciones, con mucha velocidad por un camino que conduce directamente hacia el abismo. Incluidas algunas cosas que es mejor no mentar y otras, como la retirada de una exposición de fotografía por amenazas, que es imposible no mentar.
Para colmo, no contenta con el abandono de parte de sus responsabilidades, la Institución mete los dedos donde no debe y además, los mete mal.
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