miércoles, 23 de noviembre de 2011

BIPARTIDISMO


la columna

Bipartidismo

Juan Cañavate | Actualizado 24.11.2011 - 01:00

¡CUÁNTA pasión y cuánto amor por la pluralidad, por lo diverso, por los matices y sensibilidades, por la diferencia y lo distinto! Tanta, que me embarga la emoción hasta las lágrimas y me nubla el entendimiento y dudo ya de si la generosa defensa de las minorías de esta campaña, andaba reivindicando más la dispersión que la pluralidad. Y es que, en estos últimos días, no ha habido una sola voz que no haya denunciado con acompañamiento de tambores, trompetas y hasta flautas rocieras, los males y peligros del bipartidismo, ese abismo traicionero y resbaladizo junto al que la sociedad democrática española ha caminado en estos años sin ser consciente del peligro que, al fin, se ha conjurado o exorcizado con la victoria del PP. Porque eso sí, la pata mala del bipartidismo era la izquierda, que de la derecha no he visto yo a nadie hacer tan encendida reivindicación de su fragmentación y que, si era fundamental para salvar la patria que la izquierda fuera partida en mil pedazos, con la derecha no había tal problema y bien podía ir hecha un monomarmolillo único a los elecciones sin que nadie dijese esta boca es mía. Y es que en el PP cabe de todo, pero en la izquierda es mejor que cada uno tenga su cortijillo o caseta de aperos, si me apuran y hasta que, los más de lo más, se queden en su casa discutiendo, con sesuda retórica indignada, la topografía exacta de la pureza y de la ortodoxia izquierdista mientras Rajoy, al fin, pasea su triunfal inanidad por toda España. 

Y no es que piense que no tengan razón, que fugas ha tenido la izquierda en estos años por donde se ha ido escapando el agua del caldero y hasta las esencias y que, cuando Zapatero dijo aquello de que haría las reformas costase lo que costase y se le empezaron a escapar votos por las esquinas, bien podría haber hecho una previsión de gastos ajustada al precio final de la factura y a la calidad del servicio, por si pasaba lo que ha pasado. Y aunque las fugas se expliquen, tampoco es de recibo que, para que IU tenga grupo propio y Cayo Lara pueda reivindicar la alegría del pobre, tenga que sentarse en el gobierno la derecha más feroz de Europa porque, si se tiene en cuenta el precio que ha pagado la izquierda de este país, no parece justificada la alegría del manchego y sus risas suenan un poco extemporáneas, la verdad y que algún apaño tendrá que haber para que el juego no siga repitiéndose y la victoria de unos, no sea la desaparición de los otros y la alegría de los otros, el fracaso de todos.

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