la columna
Juan Cañavate | Actualizado 24.11.2011 -
01:00
Bipartidismo
¡CUÁNTA pasión y cuánto
amor por la pluralidad, por lo diverso, por los matices y sensibilidades, por la
diferencia y lo distinto! Tanta, que me embarga la emoción hasta las lágrimas y
me nubla el entendimiento y dudo ya de si la generosa defensa de las minorías de
esta campaña, andaba reivindicando más la dispersión que la pluralidad. Y es
que, en estos últimos días, no ha habido una sola voz que no haya denunciado con
acompañamiento de tambores, trompetas y hasta flautas rocieras, los males y
peligros del bipartidismo, ese abismo traicionero y resbaladizo junto al que la
sociedad democrática española ha caminado en estos años sin ser consciente del
peligro que, al fin, se ha conjurado o exorcizado con la victoria del PP. Porque
eso sí, la pata mala del bipartidismo era la izquierda, que de la derecha no he
visto yo a nadie hacer tan encendida reivindicación de su fragmentación y que,
si era fundamental para salvar la patria que la izquierda fuera partida en mil
pedazos, con la derecha no había tal problema y bien podía ir hecha un
monomarmolillo único a los elecciones sin que nadie dijese esta boca es mía. Y
es que en el PP cabe de todo, pero en la izquierda es mejor que cada uno tenga
su cortijillo o caseta de aperos, si me apuran y hasta que, los más de lo más,
se queden en su casa discutiendo, con sesuda retórica indignada, la topografía
exacta de la pureza y de la ortodoxia izquierdista mientras Rajoy, al fin, pasea
su triunfal inanidad por toda España.
Y no es que piense que no tengan
razón, que fugas ha tenido la izquierda en estos años por donde se ha ido
escapando el agua del caldero y hasta las esencias y que, cuando Zapatero dijo
aquello de que haría las reformas costase lo que costase y se le empezaron a
escapar votos por las esquinas, bien podría haber hecho una previsión de gastos
ajustada al precio final de la factura y a la calidad del servicio, por si
pasaba lo que ha pasado. Y aunque las fugas se expliquen, tampoco es de recibo
que, para que IU tenga grupo propio y Cayo Lara pueda reivindicar la alegría del
pobre, tenga que sentarse en el gobierno la derecha más feroz de Europa porque,
si se tiene en cuenta el precio que ha pagado la izquierda de este país, no
parece justificada la alegría del manchego y sus risas suenan un poco
extemporáneas, la verdad y que algún apaño tendrá que haber para que el juego no
siga repitiéndose y la victoria de unos, no sea la desaparición de los otros y
la alegría de los otros, el fracaso de todos.
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