miércoles, 13 de abril de 2011

UN DÍA CUALQUIERA

Un día cualquiera

COMO si fuera un día cualquiera, paseo despreocupado y casi feliz, por la rue Rivoli, junto al Louvre en un hermoso y vibrante día de abril. Me detengo dilatando el tiempo y dejo que la cálida luz me acaricie ante el escaparate de una librería, casi feliz, insisto, hasta que, de pronto y tras el cristal, descubro en la primera página de un periódico español, a un hombre anónimo que empuja un armario con las deliberaciones (legalmente secretas) y los acuerdos del Consejo del Gobierno andaluz camino del juzgado. Y aunque era como un día cualquiera, me pregunto: ¿qué pinta junto a la Place Vendòme aquella imagen surrealista que rompe en pedazos la dulce mañana parisina? Y mientras eso me pregunto, comienzan a fluir y a refluir por el esófago arriba, la vergüenza y la indignación hasta la ira por esa broma repugnante, por esa panda de mafiosos que no debieron existir y menos en este día que era como cualquier día, y también pienso que no son sólo ellos y sus amigos los culpables de que la puñetera foto me haga olvidar los macizos de flores de las Tullerías. No es sólo el puñado de gañanes, que, en este país de Gürtel, Palma Arenas, Palau, Tamayos, Malaya, Ballena Blanca o Andratx, no debieran ocupar más de un párrafo en un diario de provincias, sino además un sistema judicial anclado en sus lealtades que ha terminado por asumir las tesis del sin par Arenas de que lo que está bajo sospecha es toda Andalucía. ¿Qué sentido tiene investigar los casos en los que hay indicios cuando se puede investigar toda la vida pública de Andalucía si no es porque esta tierra entera es poco de fiar?

Por supuesto que no es el gobierno valenciano el que está bajo sospecha, a pesar de Gürtel, ni el catalán con el Palau, ni la Diputación de Murcia, con Fabra, ni el Ayuntamiento de Málaga con sus piscinas, ni los ayuntamientos de Madrid ni su comunidad con los espías de Aguirre, ni el gobierno de Galicia ni sus ayuntamientos, ni el gobierno balear, con Jaume Matas, ni el tesorero del PP ni muchos otros. No, es Andalucía la sospechosa y la que merece que Arenas, ¡qué triste papel el de este hombre!, haga un decálogo de la honestidad política sin que se le caiga la cara de vergüenza y traiga, desde Madrid, a la señora Santamaría o al señor González Pons para insultarnos porque Andalucía está bajo sospecha desde siempre o, al menos, desde que, incompresiblemente, no vota al señor Arenas y eso, para este soberbio y triste personaje y sus amigos, es más que sospechoso.
Juan Cañavate

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