jueves, 8 de noviembre de 2012

HASTA DONDE EL CUERPO AGUANTE


Hasta donde el cuerpo aguante

JUAN CAÑAVATE | ACTUALIZADO 09.11.2012 - 01:00

LO mejor está por venir" vino a ser como una frase aciaga y premonitoria o como un sarcasmo revelador de algo que no terminamos de creer a pesar de que las pruebas eran concluyentes, y es que los que nos gobernaban o tocaban de oido o, al menos y por decirlo de una forma familiar, andaban más perdidos que aquel famoso barco que fue por el arroz y del que nunca más se supo. 

El desacertado eslogan de aquella campaña del 2004 desnudó una realidad más cruda y cruel de lo que pudiera imaginarse: el presidente de uno de los países más prósperos de Europa por aquellos lejanos días ni tenía información de lo que estaba pasando ni tenía estrategias para enfrentarse a lo que estaba por venir, lo que pensado con la serenidad que da el tiempo transcurrido, pone los pelos de punta. 

Y no es que ahora tenga interés en resucitar aquellos años ni en criticar al ex presidente, que ya lo hice en su momento, sino que me aterra pensar en esa indefensión que provoca la ignorancia y que permite que la historia pueda repetirse una y otra vez, que es a lo que dicen que están condenados aquellos pueblos que no conocen la suya. 

Los de ahora, por el contrario, sí que saben lo que hacen y dónde quieren llegar, aunque se les escapen algunos matices o detalles en los que manifiestan una enfermiza curiosidad, una malsana voluntad de conocer que decía Michel Foucault y que les obliga a seguir hurgando en las heridas abiertas de este país, sólo con la intención de comprobar cómo responde y hasta dónde aguanta este cuerpo agotado de dolor. Émulos de Mengele necesitan experimentar, en condiciones óptimas y sobre sujetos vivos, qué grado de sufrimiento puede aguantar el ser humano en particular o un país completo en general. El experimento del ser humano, al parecer, ya ha alcanzado sus objetivos con la muerte del librero de la Chana. Imagino la satisfacción de ese Gabinete del doctor Caligary de Robert Wiene, que inspira al gobierno de Rajoy, ante el contundente resultado de sus experimentos. Al fin ya saben donde está el límite del sufrimiento individual, hasta dónde hay que apretar; si le quitas a un hombre su trabajo, su casa, su dignidad y su futuro, se alcanza el colapso del individuo y se suicida. Los defensores del positivismo mengeliano están de enhorabuena y dan gracias a su dios por ello, aunque ahora necesiten saber, para confirmar sus hipótesis, hasta dónde aguanta el país entero, en qué momento reaccionará y si lo hará, como ese pobre hombre derrotado, con un suicidio colectivo o, al contrario, con una lata de gasolina, prendiéndole fuego al banco, como ha hecho otro señor, igual de desesperado, en Sotopalacios, un pueblecito de Burgos.

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