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ME entretuve hace unos días, debilidades de una mente atormentada, en ojear la sección de noticias más leídas de un periódico sevillano muy cercano al actual gobierno y aunque, como podrán imaginar, ninguna era un modelo de eso que antes se llamaba periodismo de investigación, había una que destacaba por su vacuidad en la ya de por sí falta de rigor que empieza a caracterizar al periodismo en general y a esa cadena de periódicos en particular; la muerte de una señora al inyectarle por error, un tazón de café con leche por vía intravenosa.
Y no es que yo me escandalice o sienta perplejidad alguna al constatar el nivel que se maneja el personal en sus intereses informativos, que no; que ya he contado en otras ocasiones que uno anda escarmentado y acostumbrado y lo lleva todo con santa, aunque agnóstica, resignación. Pero una cosa es mi lógico escepticismo y otra, habrán de entenderlo, el sereno desánimo que, poco a poco, se va pegando en la punta de los dedos cada vez que los coloco sobre el teclado de mi PC con la ingenua intención de que alguien se interese por lo que escribo. Comprenderán también que si uno construye cada semana una columnilla con pretendida seriedad, aunque la aliñe a veces con un poco de guasa, no deja de resultarle desalentador que a ese público, lo que realmente le interese sean las consecuencias mortales del pico intravenoso de Palmerina Pires Ribeiro, que es como se llamaba la señora del luctuoso acontecimiento.
Y no sé si la culpa de esta debilidad de mente que atenaza a nuestros lectores es responsabilidad de ellos mismos que, de pronto, convencidos de que todo es vanidad y no tiene remedio, se han dejado arrastrar a la superficialidad más absoluta o es que la realidad se ha convertido en un guiso espeso amargo y frío como el letal café con leche intravenoso de doña Palmerina. Aunque igual también tienen la culpa los propios medios de comunicación que, empeñados como Wert o Mas, en que se hable de otras cosas y no de la gente común que se quita la vida ante la desesperación del fracaso, como el pobre librero desahuciado del barrio de la Chana de Granada, se han comprometido seriamente en volvernos idiotas. Modelo y guía tienen en TVE, que ha dedicado exactamente tres segundos en sus informativos a hablar del suicidio del vecino de Granada. Aunque eso sí, ha conseguido dos records desde que gobierna el PP; el de la rapidez en perder audiencia, prestigio y objetividad y el de decir la mayor estupidez que se recuerda en la historia de la televisión. Que no se han enterado de que el alma, como todo el mundo sabe, se transmite por vía sexual.
Y no es que yo me escandalice o sienta perplejidad alguna al constatar el nivel que se maneja el personal en sus intereses informativos, que no; que ya he contado en otras ocasiones que uno anda escarmentado y acostumbrado y lo lleva todo con santa, aunque agnóstica, resignación. Pero una cosa es mi lógico escepticismo y otra, habrán de entenderlo, el sereno desánimo que, poco a poco, se va pegando en la punta de los dedos cada vez que los coloco sobre el teclado de mi PC con la ingenua intención de que alguien se interese por lo que escribo. Comprenderán también que si uno construye cada semana una columnilla con pretendida seriedad, aunque la aliñe a veces con un poco de guasa, no deja de resultarle desalentador que a ese público, lo que realmente le interese sean las consecuencias mortales del pico intravenoso de Palmerina Pires Ribeiro, que es como se llamaba la señora del luctuoso acontecimiento.
Y no sé si la culpa de esta debilidad de mente que atenaza a nuestros lectores es responsabilidad de ellos mismos que, de pronto, convencidos de que todo es vanidad y no tiene remedio, se han dejado arrastrar a la superficialidad más absoluta o es que la realidad se ha convertido en un guiso espeso amargo y frío como el letal café con leche intravenoso de doña Palmerina. Aunque igual también tienen la culpa los propios medios de comunicación que, empeñados como Wert o Mas, en que se hable de otras cosas y no de la gente común que se quita la vida ante la desesperación del fracaso, como el pobre librero desahuciado del barrio de la Chana de Granada, se han comprometido seriamente en volvernos idiotas. Modelo y guía tienen en TVE, que ha dedicado exactamente tres segundos en sus informativos a hablar del suicidio del vecino de Granada. Aunque eso sí, ha conseguido dos records desde que gobierna el PP; el de la rapidez en perder audiencia, prestigio y objetividad y el de decir la mayor estupidez que se recuerda en la historia de la televisión. Que no se han enterado de que el alma, como todo el mundo sabe, se transmite por vía sexual.
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