Brújula
VISTO como está este año el patio del cole, no sé si recomendarle al personal que se compre una brújula y un compás para no perderse o que, directamente, se pierda y se deje arrebatar por el lío de mareas y corrientes de este confuso mar por si, al fin, el naufragio tiene mejor pinta y destino que esta angustiosa singladura que llevamos, por lo que parece, sin rumbo y sin timón o, cuanto menos, con el timonel borracho. Aunque igual es angustia pasajera y percepción subjetiva y el barco no va tan mal dirigido y es que navega de bolina y no de popa o de través y ya se sabe que así, el viento levanta más las olas y lo deja todo al retortero.
A mí, como soy ya más que antiguo y me eduqué en el metódico camino de la razón, me gusta navegar con rumbo y tener las cartas a mano y saber no sólo a dónde voy, sino sobre todo, por dónde voy y por qué voy y, a lo mejor por eso, soy tan aficionado a lo que antes se llamaba el método y que en resumidas cuentas viene a ser no andar cambiando de rumbo según sopla el viento. Y no es que eso ayude a sobrellevar mejor la tempestad, si es que la hay, pero sí a que el viaje sirva para algo que sí no, más que Odiseo, acaba pareciendo uno un tonto perdido, por muy proceloso que sea el Piélago y muy venturoso el viaje que, por lo que parece y en lo que a este país respecta, no es el caso ni esto es Itaca.
Por eso soy más de los alisios y de ciertas corrientes que vienen a aunar una elegante dialéctica con una mijita de razón y aunque reconozco que en mis tiempos de diletancia juvenil me dejé seducir por las embriagadoras dudas de Nietzsche, prefiero ahora la serena solidez de un materialismo sensato, aunque un punto heterodoxo. Por eso no entiendo los permanentes cambios de rumbo que dejan la identidad confusa y el destino oscuro. Y si quieren un ejemplo de lo que hablo, ahí tienen a David Miliband, líder del partido laborista del Reino Unido que ha vuelto a anunciar un viraje al centro de su partido para acercarse al electorado y que, si hago memoria de los virajes al centro de ese partido, desde que lo recuerdo, debe andar ya por la antípodas y sin saber si cuando gira al centro lo hace rolando a babor o a estribor o poniendo el barco boca abajo y la quilla hacia las estrellas. Y sin mala intención y como aviso para navegantes, ya le pediría yo al PSOE que se comprara una brújula, que en los chinos están a un euro.
A mí, como soy ya más que antiguo y me eduqué en el metódico camino de la razón, me gusta navegar con rumbo y tener las cartas a mano y saber no sólo a dónde voy, sino sobre todo, por dónde voy y por qué voy y, a lo mejor por eso, soy tan aficionado a lo que antes se llamaba el método y que en resumidas cuentas viene a ser no andar cambiando de rumbo según sopla el viento. Y no es que eso ayude a sobrellevar mejor la tempestad, si es que la hay, pero sí a que el viaje sirva para algo que sí no, más que Odiseo, acaba pareciendo uno un tonto perdido, por muy proceloso que sea el Piélago y muy venturoso el viaje que, por lo que parece y en lo que a este país respecta, no es el caso ni esto es Itaca.
Por eso soy más de los alisios y de ciertas corrientes que vienen a aunar una elegante dialéctica con una mijita de razón y aunque reconozco que en mis tiempos de diletancia juvenil me dejé seducir por las embriagadoras dudas de Nietzsche, prefiero ahora la serena solidez de un materialismo sensato, aunque un punto heterodoxo. Por eso no entiendo los permanentes cambios de rumbo que dejan la identidad confusa y el destino oscuro. Y si quieren un ejemplo de lo que hablo, ahí tienen a David Miliband, líder del partido laborista del Reino Unido que ha vuelto a anunciar un viraje al centro de su partido para acercarse al electorado y que, si hago memoria de los virajes al centro de ese partido, desde que lo recuerdo, debe andar ya por la antípodas y sin saber si cuando gira al centro lo hace rolando a babor o a estribor o poniendo el barco boca abajo y la quilla hacia las estrellas. Y sin mala intención y como aviso para navegantes, ya le pediría yo al PSOE que se comprara una brújula, que en los chinos están a un euro.
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