La ciudad se reinventa en una nueva realidad cada día más absurda, cada día más ridícula, cada día más frívola y estúpida.
Leyes y normas de protección del patrimonio evidencian su obsolescencia frente al gran negocio. La tomadura de pelo que se refleja en una sociedad que ha perdido la vergüenza y que todo lo permite en el sacrificio del puro y duro beneficio privado, en la codicia de todos. ¿De qué nos sorprendemos ya?
Este paraíso está en la entrada de la carrera del Darro. La que algunos dicen que es la calle más hermosa del mundo.
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