Basura
QUE fuera Aguirre o algún otro con similar perfil de perillán, podía ser indiferente cuando estaba ya al caer que alguien pusiera encima de la mesa la propuesta populista de reducir el número de diputados en los parlamentos respectivos. Aunque estas cosas son más de Aguirre y de su partido al que, por tradición y herencia, le han venido siempre a sobrar los diputados. Y no la mitad, que es lo que ha propuesto la señora, sino todos y todas los que se dicen sentados en sus sillas por voluntad popular.
Y es que con diez o doce, a ser posible del tercio familiar, se arreglaría ella en el Parlamento de Madrid o el Rajoy en el de la Carrera de San Jerónimo que, para lo que le echa cuentas, más le valiera echarle el cierre al establecimiento. Tampoco habrán de faltar voluntarios montoneros, de esos que tanto abundan por las barras de los bares o por las tertulias radiofónicas, para darles la razón, aplaudir la tropelía y hasta apretar el nudo en torno al cuello culpable de tanto político corrupto o corrupta, que de las dos cosas hay en esta trama que el PP ha ido construyendo de descrédito y desprestigio y que tanto le gusta airear en la intimidad de la familia o junto a la paella del domingo; que los políticos o las políticas tienen la culpa de todo y además, por si lo dudan, todos, absolutamente todos y todas son iguales y, como dice doña Esperanza, lo mejor es quitárnoslos de enmedio que, para jodernos, ya están ellos y los bancos que llevan jodiendo toda la vida y ya debiéramos estar acostumbrados.
También es cierto que este afán profiláctico pilla el campo abonado y que en algún lado andaban los representantes del pueblo en los consejos de administración de las cajas, los del PP, pero también los del PSOE y los de IU y los de los sindicatos, cuando la codicia empezaba a merendarse la riqueza de nuestro país, y que si ahora el pueblo soberano dice que menuda panda, pues no esta la cosa en echarle la culpa, por ejemplo, al que lo cuenta, que soy yo, el humilde cronista de este desgraciado entuerto, sino que la cosa está en las explicaciones que no se han dado de aquellos días dorados en que Rato, o el uno o el otro, les contaba a los agraciados Consejeros los cuentos de sus cajas y ellos callaban y cobraban y cobraban y aun siguen callando.
Y tendrán que dar explicaciones no sólo al pueblo soberano, sino también a otros políticos honrados que ni cobraban ni callaban y que ahora llevan encima, con una dignidad a la que hay que mirar con el respeto que se merece, la parte de basura que no es suya.
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