jueves, 19 de abril de 2012

LAS OLAS


Las olas

JUAN CAÑAVATE | ACTUALIZADO 19.04.2012 - 


PODÍA pasar días o semanas, sentada frente al mar y dando vueltas y más vueltas al misterio de las olas, indagar en el ritmo dulzón y caliente de la calma o en la furia injustificada del temporal y podía buscar respuestas en la memoria salada de caracolas infantiles junto al oído o descifrar el jeroglífico de conchas y piedras desgastadas, perfectas para saltar sobre el agua, que dibujaba en la orilla cada ola. Podía dejarse adormecer en un instante o despertar en el siguiente angustiada y febril, según dictase el viento o el día, en las mañanas o en los atardeceres. Podía, en fin, hacer casi de todo junto a ellas pero seguía, después de tantos años, desconcertada ante la aparente simplicidad del mecanismo y sin poder aclarar el misterio de las olas en su infinita resistencia, en ese obsesivo tojours recommencée como Pepe, El Francés lo había llamado, evocando con Verlaine sus travesuras en el mayo del 68 parisino. 

Sí que sabía, intuición o años de contemplar el misterio, que allí estaba el origen de la tierra, el mundo tal como lo conocía ella o los otros o todos y también sabía que la evolución de la especie no estaba en la supervivencia del más fuerte, ni tan siquiera en el azar y la necesidad y, por no estar, ni estaba en las extensas sabanas de los primeros monos que levantaron la cabeza en medio de los mares de gramíneas, ni en los trasiegos lacustres de los cazaderos del paleolítico ni en los fértiles deltas nilóticos o mesopotámicos donde se fueron asentando. No, la evolución y la supervivencia siempre estuvieron ahí, en las olas, en la respiración viva del océano, o del mar que es un océano pequeño y cercano, con gambas de Almería y quisquillas de Motril o boquerones victorianos de la Cala o coquinas de San Fernando; ahí en esas olas que traen cosas y que se llevan otras y que, sobre todo traen personas, las gentes del otro lado de las olas. A Fatima, por ejemplo, la trajo una ola hace años desde el otro lado, buscando lo que buscan todos y todas, que es la vida. Después de algunos años Fatima tuvo un trabajo, un hijo y una pequeña casa en un barrio humilde de la ciudad. Hace unos días, el 14 de abril, Fatima le contó que no tenía trabajo, que la habían desahuciado y que le pedían que entregara el hijo en adopción. Fue el 14 de abril, el mismo día que el rey de España cazaba elefantes en Bostwana. Un sitio al que lo llevó otra ola y que está en la misma tierra de la que vino Fatima buscando lo que buscan todos y a la que igual volverá ahora con las manos vacías, no como el rey de Bostwana. Y eso era lo que no entendía de las olas.

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