la columna
Plaza Nueva
EN los mentideros de la Plaza Nueva, esa tierra de nadie donde la república independiente del Albaicín se encuentra -o desencuentra según se tercie- con la ciudad de Granada, me contaba un amigo, damnificado también del cambio de tráfico de San Juan de los Reyes que, con todas las distancias habidas y por haber, el 25 M le despertaba en el alma el mismo sabor dulce que el 28 F. Con todas las distancias -insistía mi amigo- mientras recorría, con acompasado ritmo, el trayecto corto que separa el quiosco de Paco de la farmacia, buscando y disfrutando de las recachillas y eludiendo las veinte mil mesas y sillas o los extraños vehículos marcianos que ahora, que ya quedan pocos vecinos, ocupan las aceras de la plaza.
Y es que, con distancias o sin ellas, se ha ido haciendo costumbre en esta tierra decir las cosas más o menos claras cuando con educación se nos pregunta, aunque vayan las preguntas envueltas en un camuflaje oscuro de inevitable destino. Y debió ser por eso que los franceses no entraron en Cádiz o que se descubrieran con respeto los cien mil hijos de San Luis, que ni eran cien mil ni eran siquiera hijos del santo de Metternich, para cruzar Despeñaperros o, más grande todavía, que el 28 F contra viento y tsunami, un tsunami parecido al que nos venía encima hace unos días, dijéramos que a nosotros nos gustaba más el 152 y las cosas claras. Y claras han debido quedar para todo el mundo en estas elecciones según se ha ido viendo en las caritas de los candidatos. Y es que los números cantan y este pueblo con su voto le ha dicho al Arenas y al PP de Rajoy que de lo suyo nada, monada y, de paso, le ha dicho al PSOE que de lo suyo, vale, pero que o va pasando la fregona por donde hay que pasarla y dejando la era limpia de polvo y paja y malas hierbas o le puede ir dando morcilla para la próxima y a IU que también le ha dicho que se deje de monsergas y que arrime el hombro, a ser posible por la izquierda, que a este paso hay que sacarlo por ahí, por la izquierda, del templo estrecho en el que lo han metido unos y otros; los de Bruselas y los de aquí. Y que ahora toca que esa izquierda demuestre que está a la altura de su tierra y de sus hombres y mujeres que si son capaces de hacerse tirabuzones con la metralla francesa en Cádiz o cañones con troncos de encina en la Peza, también lo son de decir las cosas claras. Por cierto, nos vemos en la huelga general.
Y es que, con distancias o sin ellas, se ha ido haciendo costumbre en esta tierra decir las cosas más o menos claras cuando con educación se nos pregunta, aunque vayan las preguntas envueltas en un camuflaje oscuro de inevitable destino. Y debió ser por eso que los franceses no entraron en Cádiz o que se descubrieran con respeto los cien mil hijos de San Luis, que ni eran cien mil ni eran siquiera hijos del santo de Metternich, para cruzar Despeñaperros o, más grande todavía, que el 28 F contra viento y tsunami, un tsunami parecido al que nos venía encima hace unos días, dijéramos que a nosotros nos gustaba más el 152 y las cosas claras. Y claras han debido quedar para todo el mundo en estas elecciones según se ha ido viendo en las caritas de los candidatos. Y es que los números cantan y este pueblo con su voto le ha dicho al Arenas y al PP de Rajoy que de lo suyo nada, monada y, de paso, le ha dicho al PSOE que de lo suyo, vale, pero que o va pasando la fregona por donde hay que pasarla y dejando la era limpia de polvo y paja y malas hierbas o le puede ir dando morcilla para la próxima y a IU que también le ha dicho que se deje de monsergas y que arrime el hombro, a ser posible por la izquierda, que a este paso hay que sacarlo por ahí, por la izquierda, del templo estrecho en el que lo han metido unos y otros; los de Bruselas y los de aquí. Y que ahora toca que esa izquierda demuestre que está a la altura de su tierra y de sus hombres y mujeres que si son capaces de hacerse tirabuzones con la metralla francesa en Cádiz o cañones con troncos de encina en la Peza, también lo son de decir las cosas claras. Por cierto, nos vemos en la huelga general.
"Me cobijé a la sombra de los tilos
ResponderEliminary mis sienes rozando los laureles,
laureles, de verdad, no los ficticios"
(Plaza Nueva. Alfredo Lombardo)
Un abrazo Juan.
Gracias Luis.
EliminarMuy hermoso para los que conocemos el olor de los tilos en la plaza y para los que están por conocerlo. De los laureles hablaremos otro día.