martes, 5 de julio de 2011

COPROFOBIA ALBAICINERA

Hay que reconocer que la coprofobia que han ido desarrollando algunos vecinos del granadino barrio del Albaicín, sobre todo en lo que a la de los cánidos se refiere, está más que justificada porque es casi una patología descrita la capacidad de algunos, propios y extraños, de ir ensuciando la vida a los demás y más si se acompañan con un perrito o dos o tres.
Se trata ya en algunos centros hospitalarios, privados por supuesto,  el efecto acumulado de tanta mugre que puede acabar con la paciencia y hasta con la salud de unos vecinos que no se acostumbran a pasear por el Albaicín como si lo suyo fuera un paseo por el amor y la mierda, en lugar de aquel otro paseo de John Huston y su magnífica hija Anjelica por otro lugares más entretenidos.
También creo que molesta el asunto de las pintadas en las paredes y en los muros de casas y de todo lo que se ponga por en medio y tengo que decir que, en los dos casos, he sufrido como un vecino más, la insoportable desidia municipal ante esa permanente exaltación a la mugre. Sean pues bienvenidas las acciones de lucha contra la mierda de perros y contra los graciosos pintamonas que enmierdan igualmente las paredes.
Pero...... se me da a mí que la cosa grave del Albaicín no está precisamente en esas historias de cacas y grafitis, sino en otros asuntos sobre los que casualmente, los indignados vecinos anticacas hacen la vista gorda y miran para otro lado, precisamente hacia esas cacas a las que señalan con el dedo para que  los otros vecinos y los que no son vecinos, ensimismados en la contemplación de lo más terrenal y superfluo, dejen de dirigir su mirada.
Por ejemplo, nadie señala que el Albaicín no tiene el plan especial urbanístico que la legislación exige para aquellas ciudades o barrios que están declarados como Conjuntos Históricos y que al no tener tal cosa organizada como se debe, todo el barrio es un modelo de gestión arbitraria que descansa en el apoyo de una Comisión técnica en la que por cierto sí que están representados con notable influencia los vecinos que gritan por las cacas.
También permite esa debilidad de planeamiento que todo el barrio se haya convertido en un gran bloque de apartamentos para alquilar por días en los que, por cierto, no hay sitio para los vecinos de siempre que se han tenido que ir marchando para que los fines de semana o los puentes lleguen unos divertidos chicos de Móstoles o Alcorcón a montar una de esas agradables y divertidas despedidadas de soltero.
Como tampoco hay quien aguante a los agradables mozos o mozas cuando celebran sus fiestecitas a las cinco o seis de la mañana, después que se hayan bebido todo el garrafón de las discotecas, pues los vecinos de alrededor también se van.
Tampoco dicen nada estos buenos vecinos preocupados por las caquitas, de las casas unifamiliares que, al ser restauradas, se han convertido en plurifamiliares sin saber como y que, aprovechando la milagrosa transmutación, han expulsado a sus vecinos yse han convertido en apartamentos.
 En fin, que si alguien quiere saber porque los vecinos del barrio se van, que sepan que no es por las caquitas ni porque nos moleste tanto el majadero de las pintadas, sino por otras cosas de las que muchos prefieren callar. Ellos sabrán por qué y qué intereses ocultan............
  

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