jueves, 26 de mayo de 2011

REFLEXIÓN TARDÍA


Han sido un montón de días los que me he resistido a escribir en el blog. La verdad es que ha habido ocasiones en las que incluso he borrado lo que había escrito movido por una extraña sensación de respeto o quizás debiera decir, temor, tanto hacia los mismos acontecimientos que se desarrollaban estas últimas semanas y sus posibles consecuencias, como hacia los y las protagonistas de esos acontecimientos en primera persona.
Y hablo en tercera persona refiriéndome a ellos y a ellas, porque aunque todos participamos en esta historia, la verdad es que unos lo hacemos en papeles secundarios cuando otros hacen los papeles principales.
Lo cierto es que ahora, cuando da la impresión de que todo ha terminado y estamos en un triste epílogo: las elecciones han terminado con un rotundo fracaso de la izquierda y prácticamente se han levantado todos los campamentos de "indignados" con esa misma sensación de fracaso, quiero creer que toda esta aventura no ha hecho más que empezar.
Ha empezado, por decirlo de alguna forma, la evidencia de que la "tercera vía", ese remedo de proyecto ideológico que se inventó el liberalismo para acabar con la socialdemocracia, no tiene otra salida que la que se ha materializado en estos días y ha empezado, por decirlo también de alguna forma, la evidencia de que un movimiento asambleario que intenta transitar hacia lo político, necesita de un soporte organizativo y de un rigor en su método.
Empezar quiere decir también terminar con el pasado y terminar, en este caso, puede querer decir reordenar las fuerzas y los proyectos que han animado, a lo largo de su historia, la capacidad de lucha de la izquierda y en el presente a los centenares de miles de ciudadanos que se han sumado a las acampadas.
Las dos experiencias dejan encima de la mesa que unos y otros se necesitan. La izquierda para recuperar sus principios, las asambleas para dar rigor y estructura a sus reivindicaciones y convertirlas en un instrumento eficaz de lucha.
Si la izquierda española sigue jugando a convertirse en una especie de empresa familiar que gestiona intereses propios, sólo podrá certificar su muerte en algunos años, si no es así, habrá de buscar bajo las carpas de las acampadas las razones de la justificación de su existencia.

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