viernes, 22 de febrero de 2013

FIEBRE


Fiebre

JUAN CAÑAVATE | ACTUALIZADO 22.02.2013 - 01:00

CINCO días de fiebre dan para unos cuantos sueños y hasta para un montón de pesadillas. Delirios blandos y viscosos o duros y cortantes, de colores o en blanco y negro, pero muchos que igual no son ni tan siquiera tantos, si se acaban comparando con los que día a día desgrana la sucia realidad de este país en este último año, que esto sí que es como una pesadilla permanente, una alucinación a la que parece que nos vamos rindiendo exhaustos y cansados entre las sábanas deshechas y húmedas por el sudor frío de la fiebre. 

Lo peor de esas noches es la sensación de debilidad al despertar, o la peor aún de que no hay despertar, sino una especie de sueño dentro de otro sueño que continúa con el día y con otro día tras el siguiente día, entre fantamas que habitan en lo oscuro y se divierten con el miedo de las pesadillas y por eso rastrean por la parte más sombría de las calles, buscando a sus presas indefensas y husmeando las cloacas y las alcantarillas; rincones familiares de su infancia, sitios queridos donde jugaron cuando aún no eran monstruos adultos, sólo pequeñas crías que aprendían a causar miedo mientras disimulaban sonriendo, como siempre sonríen cuando se les pregunta en público por sus víctimas o por la naturaleza oscura de sus actos. 

Ahora han descubierto un juego nuevo de mazmorras y de madrigueras, y se les vuelve a ver sonreír con la felicidad que da el poder sobre el miedo que causan con sus siniestros juegos. La cúpula del Ministero del Interior, -dicen los periódicos-, lleva varios días reunida para preparar su estrategia en el asunto de los espionajes en Cataluña, y un escalofrío recorre la noticia que no da más información de la naturaleza o del alcance de los actos de ese Ministerio que yo siempre pensé que tenía cripta, sótano o mazmorra, pero no sabía que tuviera cúpula, y con el escalofrío vuelve un miedo antiguo que obliga a correr sin que respondan las piernas o a buscar rincones en los que esconderse hasta que pasen las alas negras de la noche. 

Aunque a veces, en medio de un respiro entre la fiebre, sueña el sueño que no nos hemos rendido todavía y que donde ya no hay fuerzas, queda aún la voluntad de resistir ante tanta humillación que se acumula en nuestra contra y que parece no tener fin en esta pesadilla que empezó como una broma de mal gusto, que siguió luego como un insulto desabrido y seco y ahora ya es como un bofetón en toda regla, quizás un bofetón al gusto del público, como decía Maiakovski, pero bofetón al fin, que te despierta en medio de los tiritones. Cosas de la fiebre.

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