sábado, 16 de febrero de 2013

AMANECER


Amanecer


Ocurrió ya hace unos días y nada estaba previsto, si no era que el sol saliese por donde viene a salir cada mañana, más o menos por encima de los cerros que guardan la ciudad dormida y ya cuando la luz lleva horas encendida. No estaba previsto pero por paradojas de la geografía o del destino, en lugar de en Granada,  el sol rompió en el mar, allá por Fuengirola y en medio de un viento norte, frío y transparente que no suele ser habitual por esas tierras, un sol casi de sangre que no esperó a la mitad de la mañana para salir del agua; fue apenas asomarse y saltar sin vacilar para enfrentarse al frío con la osadía de un niño. Ocurrió como les cuento y doy fe del fenómeno porque estaba presente y hasta me pareció oportuno que saliese el sol en el instante mismo en que amanecía y no que se  quedase, como suele ocurrir en esta tierra, agazapado y escondido tras la Sierra, esperando para iluminar Valparaiso, que lleve la mañana ya un largo trecho recorrido.
Son cosas de la luz y de los sitios y de sus formas de afrontar el día, y le daba yo vueltas al asunto mientras miraba el sol en el oriente y pensaba si tendría que ver esa tardanza en asomar aquí, con la melancolía que últimamente pinta de tristeza  las mañanas en esta ciudad que no despega, o igual son cosas del espíritu. Y hasta me resultaba comprensible que el ayuntamiento de Granada haya dado una subvención a una empresa de Málaga para que cuide nuestra alma precisamente por eso, porque en  Málaga, es verdad, que yo lo he visto, sale el sol a la misma hora que amanece y eso debe notarse en el espíritu.
El espíritu es una cosa muy importante, aunque yo, lo confieso, vengo a mantener con él una relación, aunque respetuosa, más bien de duda razonable. También confieso sin rubor que con quien no me entiendo es con la empresa que en España tiene el monopolio de su gestión, la iglesia católica, que es al espíritu lo que Sevillana-Endesa es a la luz, que aunque el mercado esté liberado en la teoría, en la práctica, y gracias entre otras cosas al Concordato, ni se discute el monopolio en la distribución y así, cada vez que te descuidas,  se mete sin pudor en nuestras vidas o, lo que es peor,  en nuestras muertes que es cuando además, menos podemos defendernos. Y es que también, con lo del sol saliendo por el mar, me dio a mi el otro día por pensar en la muerte, en ese día lejano o cercano en que la vida de alguien tan necesario como el sol, se queda allí, escondida, como en Granada en los meses de invierno,  en el oriente, en un oriente eterno.
Juan Cañavate





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