La shoah de gallardón
LAidea de Gallardon de incluir la apología del antisemitismo como delito tipificado en su prometida reforma del código penal, es una loable contribución a la consolidación de los valores democráticos de este país, tan escaso de señales en esa dirección con el actual gobierno.
Sin embargo, conociendo a Gallardon y el talante democrático que ha demostrado desde que es Ministro, me huelo que no va la cosa por defender los derechos humanos universales, sino más bien al revés.
Y es que no termino de tener claro lo que este halcón de la derecha española, que hasta hace poco parecía palomo, es capaz de entender por antisemitismo; si la irracional, criminal e imperdonable negación de la Shoah o cualquier justificada critica a la permanente agresión contra los derechos humanos del Estado de Israel. Aunque, tras el discurso que hizo, en el mismo acto, Isaac Querub, presidente de la Federación de Comunidades Judías de España, parece que la cosa está clara para el Gobierno español; criticar al Estado de Israel, dijo el señor, "supone una nueva y refinada forma de antisemitismo".
La verdad es que esta idea de antisemitismo, que podría trasladar Gallardón a su reforma del código penal, convertiría en delincuentes no sólo a muchos hombres y mujeres solidarios con la causa palestina, que han denunciado y seguirán denunciando los crimenes de Israel, sino también a muchos judíos, incluso israelíes, que apuestan igualmente por parar el genocidio palestino y dar una oportunidad a la paz en los territorios ocupados.
En todo caso si el señor Ministro estuviese comprometido en acabar con la apología de aquellos movimientos culpables de crímenes contra la humanidad y contra los derechos humanos y las libertades, podría demostrarlo dentro de su propio partido o en los muchos sitios donde gobiernan. En Granada por ejemplo, el señor Pérez, presidente de la Diputación, vive obsesionado en defender la figura de José Antonio Primo de Rivera, fundador de un movimiento fascista que tenía bastante que ver con el que fundó el principal responsable de la Shoah.
Igualmente otro concejal del ayuntamiento de Granada, el señor García, acaba de proponer la protección patrimonial de la conmemoración de un desastre, que también acabó algún tiempo después en genocidio, invocando la gesta heróica de la Reconquista, vergonzosa palabra y peor concepto, ajenos ambos al rigor histórico, pero muy queridos por los ideólogos de Franco, otro complice de la Shoah; ese desatre en el que, por cierto, no sólo fueron sacrificados judíos, gitanos, demócratas y homosexuales de toda Europa, sino muchos españoles que, gracias a Franco o a los seguidores de Primo de Rivera, hicieron también aquel tenebroso viaje hacia la muerte.
Quizás debiera aprovechar Gallardón para incluir en su código penal la apología del franquismo o de la Falange, aunque la verdad, conociéndolo, no creo.
Sin embargo, conociendo a Gallardon y el talante democrático que ha demostrado desde que es Ministro, me huelo que no va la cosa por defender los derechos humanos universales, sino más bien al revés.
Y es que no termino de tener claro lo que este halcón de la derecha española, que hasta hace poco parecía palomo, es capaz de entender por antisemitismo; si la irracional, criminal e imperdonable negación de la Shoah o cualquier justificada critica a la permanente agresión contra los derechos humanos del Estado de Israel. Aunque, tras el discurso que hizo, en el mismo acto, Isaac Querub, presidente de la Federación de Comunidades Judías de España, parece que la cosa está clara para el Gobierno español; criticar al Estado de Israel, dijo el señor, "supone una nueva y refinada forma de antisemitismo".
La verdad es que esta idea de antisemitismo, que podría trasladar Gallardón a su reforma del código penal, convertiría en delincuentes no sólo a muchos hombres y mujeres solidarios con la causa palestina, que han denunciado y seguirán denunciando los crimenes de Israel, sino también a muchos judíos, incluso israelíes, que apuestan igualmente por parar el genocidio palestino y dar una oportunidad a la paz en los territorios ocupados.
En todo caso si el señor Ministro estuviese comprometido en acabar con la apología de aquellos movimientos culpables de crímenes contra la humanidad y contra los derechos humanos y las libertades, podría demostrarlo dentro de su propio partido o en los muchos sitios donde gobiernan. En Granada por ejemplo, el señor Pérez, presidente de la Diputación, vive obsesionado en defender la figura de José Antonio Primo de Rivera, fundador de un movimiento fascista que tenía bastante que ver con el que fundó el principal responsable de la Shoah.
Igualmente otro concejal del ayuntamiento de Granada, el señor García, acaba de proponer la protección patrimonial de la conmemoración de un desastre, que también acabó algún tiempo después en genocidio, invocando la gesta heróica de la Reconquista, vergonzosa palabra y peor concepto, ajenos ambos al rigor histórico, pero muy queridos por los ideólogos de Franco, otro complice de la Shoah; ese desatre en el que, por cierto, no sólo fueron sacrificados judíos, gitanos, demócratas y homosexuales de toda Europa, sino muchos españoles que, gracias a Franco o a los seguidores de Primo de Rivera, hicieron también aquel tenebroso viaje hacia la muerte.
Quizás debiera aprovechar Gallardón para incluir en su código penal la apología del franquismo o de la Falange, aunque la verdad, conociéndolo, no creo.
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