TIENEN los periodos preelectorales, aunque cueste creerlo, un capítulo amable que viene a ser para el votante como la llegada de los Reyes Magos para un niño y es cuando los buenos gobernantes, como los buenos padres, ajustan sus agendas para que nadie se quede sin disfrutar esos momentos felices en la vida de cualquier vecino que son las inauguraciones de obras en las fechas señaladas. Antes, es todo un trajín de nervios y carreras y de barrer el polvo en las aceras, retirar las vallas, encender las luces para llegar al fin y con el tiempo justo, a colocar sobre el asfalto bien envuelto y con abundantes lazos, el generoso presente del buen gobernante que, como el de los buenos padres, refleja siempre un trozo del corazoncito del que lo recibe y retrata a quien lo hace.
En estos días, por ejemplo, tres ciudades andaluzas con más o menos prisas, han repetido el rito feliz con tres proyectos municipales que se traían entre manos y que querían inaugurar antes de que empezara la locura de las elecciones o de que, vaya usted a saber, lo hicieran otros. En Sevilla se ha hecho una apuesta radicalmente contemporánea en un proyecto de Jürgen Mayer que ha resuelto uno de los espacios más complejos del centro de la ciudad; la plaza de la Encarnación que llevaba decenios convertida en ruina y que, además de integrar un espacio tan vivo como el mercado de abastos, ha incorporado los restos arqueológicos creando un museo arqueológico "in situ", como viene a ser habitual ya en estos trabajos en los centros históricos.
Málaga, una ciudad que empieza a tener más museos que toda Andalucía junta, había apostado por la pintura costumbrista del XIX y ha inaugurado en estos días, la rehabilitación de un edificio del centro histórico de la ciudad en el que se exhibe la magnífica colección de la baronesa Thyssen. El proyecto, serio e integrador, ha musealizado además los restos arqueológicos bajo el edificio. Ya digo, lo normal.
En Granada se ha vuelto a apostar por el español remordimiento inaugurando una calle. Es cierto que la restauración o remodelación de esta calle no era especialmente urgente ni necesaria como lo es también que se ha perdido la oportunidad de convertirla en peatonal y que para construirla ha habido que llevarse por delante unos cuantos restos arqueológicos sin importancia, pero a cambio los turistas podrán llegar en coche hasta la puerta de su hotel escoltados por una guardia pretoriana de macetones. Qué ilusión, justo el regalo que pedimos a los Reyes Magos o ¿era para las elecciones?
En estos días, por ejemplo, tres ciudades andaluzas con más o menos prisas, han repetido el rito feliz con tres proyectos municipales que se traían entre manos y que querían inaugurar antes de que empezara la locura de las elecciones o de que, vaya usted a saber, lo hicieran otros. En Sevilla se ha hecho una apuesta radicalmente contemporánea en un proyecto de Jürgen Mayer que ha resuelto uno de los espacios más complejos del centro de la ciudad; la plaza de la Encarnación que llevaba decenios convertida en ruina y que, además de integrar un espacio tan vivo como el mercado de abastos, ha incorporado los restos arqueológicos creando un museo arqueológico "in situ", como viene a ser habitual ya en estos trabajos en los centros históricos.
Málaga, una ciudad que empieza a tener más museos que toda Andalucía junta, había apostado por la pintura costumbrista del XIX y ha inaugurado en estos días, la rehabilitación de un edificio del centro histórico de la ciudad en el que se exhibe la magnífica colección de la baronesa Thyssen. El proyecto, serio e integrador, ha musealizado además los restos arqueológicos bajo el edificio. Ya digo, lo normal.
En Granada se ha vuelto a apostar por el español remordimiento inaugurando una calle. Es cierto que la restauración o remodelación de esta calle no era especialmente urgente ni necesaria como lo es también que se ha perdido la oportunidad de convertirla en peatonal y que para construirla ha habido que llevarse por delante unos cuantos restos arqueológicos sin importancia, pero a cambio los turistas podrán llegar en coche hasta la puerta de su hotel escoltados por una guardia pretoriana de macetones. Qué ilusión, justo el regalo que pedimos a los Reyes Magos o ¿era para las elecciones?