sábado, 9 de marzo de 2013

NERO DE TARPEYA


LA COLUMNA

Nero de Tarpeya


POR fin después de tantos años y de tantas preguntas sin respuesta, se han conseguido disipar las dudas y ya se sabe, y hasta de primera mano, a qué ocultas razones responden las a veces incomprendidas decisiones del señor alcalde y qué argumentos orientan a este preclaro faro y guía de nuestra ciudad. 

Y es que hace unos días, cuando el alcalde aguantaba un buen chorreo de los vecinos damnificados por sus aparentemente caprichosas decisiones en el Albaicín y, cuando ya al hombre se le fueron acabando o agriando las respuestas, parece que les soltó a los presentes dos frases de esclarecedor contenido: -es que no os merecéis nada-, fue la primera y -la carrera del Darro, sin coches, está preciosa-, la segunda, quedando ambas clavadas al adoquinado de la carrera como sólidos soportes argumentales de su controvertida decisión o como iluminadas balizas del rumbo de este bonito pueblo mientras dirija el timón don José. Demostrando que el destrozo que lleva perpetrando en estos últimos años sobre la ciudad histórica con su arrebato privatizador de calles y plazas públicas para convertirlas en negocio puro y duro, no responde a que siga la música que le toca la federación de hosteleros de Granada, como muchos piensan, sino a un encendido amor a la belleza porque así, llena de mesas, de sombrillas y terrazas, convirtiendo el muro del río Darro en la barra gigantesca de un par de bares o la Carrera en la sucursal granadina de la fiesta del Dragón de la Alpujarra, está Granada más bonica y porque Don José, en el fondo, es un esteta y, al contrario de lo que cree la gente, es la belleza y no las interesadas amistades lo que le arrebata. Por decirlo de una manera simple y para que todos lo entiendan, el alcalde está más en la estética que en la ética, como ha ido demostrando en otras causas de su gobierno como las estatuas de la Constitución, las fuentes de granadas morcillonas o la pasión por el cine intelectual, reflexivo y profundo como el ciclo de vampiros que nos luce en este final de la temporada de invierno. 

Y como también es cierto que para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos, pues el alcalde no ha tenido más remedio que ir incinerando lo que fue, para ver nacer en un futuro hermoso, más bien precioso, lo que será, y será por eso también que se quiere llevar la estación de tren a la quinta leche, que seguro que allí, más que bonica, será un primor. 

Ya les digo, un emocionado esteta que a mí, cada día, me hace recordar más aquel romance viejo: 

"Mira Nero de Tarpeya a Roma como se ardía:gritos dan niños y viejos, y él de nada se dolía".

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