viernes, 1 de marzo de 2013

FRIKIS


LA COLUMNA

Frikis

JUAN CAÑAVATE | ACTUALIZADO 01.03.2013 - 07:55

HAY algunas cosas de esta vida que, al parecer, no tienen otro objetivo que el confirmarnos que no nos hemos vuelto locos. Cosas que no suelen despertar gran interés como comprar el pan, saludar a un vecino, pasear al perro, sacar la basura… Cosas humildes  que en apariencia  no tienen mucha importancia ni  otra aspiración que la de amarrarnos a la realidad o vacunarnos, por decirlo de otra forma, contra el infantil deseo de vivir en las nubes, cosas que, en realidad, son una necesidad vital para la supervivencia. 

Y es que hasta la adolescencia, daba uno en pensar que si la realidad parecía un mal viaje o que la vida era un trago  amargo, podían combatirse las desagradables sensaciones con un poco de hechicería que hiciera de los sueños realidad. 

Pero eso no era en este tiempo en el que ya por todo nos pasarán factura en el futuro. Ahora que el tiempo sí que es un tiempo por el que habrá que dar explicaciones, me ha nacido, como a la altura de la parte baja del esófago, una especie de desorden gástrico que me asalta cada vez que me alejo de la realidad o que percibo, en un ligero agitarse de la atmósfera, que el mundo alrededor empieza a parecerse en demasía a Rivendel, un sitio en el que la realidad se oculta o se sustituye por ficciones con casitas de chocolate. 

Quizás pudo ocurrir que en otro tiempo soñase en huir a paraísos que nunca existieron como Never Land o incluso añorase volar pensando en cosas agradables y no creo tampoco que fuese algo que me ocurriese sólo a mí, más bien sospecho de un virus infantil que necesariamente se fue curando con los años, pero curando al fin como algo necesario para seguir creciendo.
Por eso no me gustan los que siguen empeñados en vivir en mundos de ilusión y por eso empieza a preocuparme tanto la regresión infantil de nuestros gobernantes que siguen convencidos de que, más que en el puñetero y cruel lugar en que han convertido este país, vivimos en Hobbiton, medio alelados y sin percibir los peligros que acechan más allá de la Comarca. 

En serio, ya no puedo afirmar que el PP mienta como antes lo pensaba, más bien empiezo a sospechar que, al repetir sus mentiras con patológica obsesión, han terminado por engañarse a sí mismos.

El Partido Popular vive en un infantil mundo de ficción, aferrado a mentiras que intentan transmitirnos con la pasión del friki de la Guerra de las Galaxias, como si, a fuerza de vivir en un planeta imaginario, hubiesen perdido eso que suele llamarse el principio de la realidad. Señoras y señores locos que repiten una y otra vez su verdad, su demencial verdad, sin importarle ya si consiguen engañar a alguien.

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