sábado, 30 de marzo de 2013

LA COCINERA DEL PRESIDENTE

Ayer vi "La cocinera del Presidente", una magnífica película francesa en un cine de Málaga en el que permanentemente ponen cine de distribuidoras independientes, en este caso de Golem, una distribuidora de Pamplona.

Me resulta curioso que no existan este tipo de cines en ciudades que se suponen importantes dentro del ámbito de la cultura como Granada en la que incluso hay un festival de Cines del Sur que ya lleva unas cuantas ediciones y todas de éxito.
¿Dónde están los empresarios de la Cultura?
¿Esperando algunas subvención?
Me parece que en esto tampoco es acertado el modelo. Igual me equivoco. Ojalá.
Como anécdota de la peli os contaré que Arly Jover, la actriz que hace el papel de una periodista australiana, no sólo es española, sino que además nació en Melilla.  


El tiempo


LA COLUMNA

El tiempo

JUAN CAÑAVATE | ACTUALIZADO 29.03.2013 - 01:00

POR muy orgulloso que me sienta de mi patria, después de que hayamos hecho morder el polvo a los gabachos en el campo de Saint Denis o de que el Papa hable español, con acento porteño, ya lo sé, pero español al fin, no puedo ocultar mi envidia hacia otros países en algunas otras cosas, que no tienen que ver con el fútbol y la religión, por supuesto, que ahí sí que no nos pueden. A los ingleses, sin ir mas lejos, les tengo una envidia atroz con lo de la lengua. Y no es sólo porque la hablen casi sin esfuerzo y no como nosotros, que es que no hay manera, es que además hacen cosas tan curiosas como utilizar dos palabras para hablar del tiempo, time y weather mientras que en español, usamos sólo una y cuando decimos tiempo, no sabemos si es que han adelantado la hora o es que está cayendo el diluvio universal aprovechando que es Semana Santa . Y es que los guiris lo tienen claro y si dicen tiempo (weather) no hay duda de que la cosa va de sunny o de cloudy y no de later o de earlier, al contrario que nosotros que solemos enredarnos en casi todo lo que tiene que ver con el tiempo. Por ejemplo, el tiempo, (weather) y la Semana Santa son una cosa muy misteriosa en España, porque habrán notado que hasta el vienes de dolores (pain friday), las predicciones del tiempo (weather) para España anuncian soleados (sunny) días de vacaciones y que, sin embargo, a partir del sábado, más o menos a la hora (time) que el personal ha cerrado ya las reservas de sus vacaciones y ha hecho eso que se suele llamar cash o card, las mismas predicciones cambian para anunciar una terrible realidad de nubes (cloudy) y aguaceros y no es que quiera yo pensar que nuestros predictores, se dejen influenciar por el poder omnímodo del negocio de la hostelería, pero empiezo a pensar que en la transmisión del weather mienten más que en los telediarios del PP que parece que en lo único que es verdad es que empiezan a las tres. Aunque lo cierto es que también de eso de la hora hay que empezar a dudar porque, según parece, el 15 de marzo de 1940, Franco , yo sé que ustedes y Sebastian Pérez saben a quien me refiero, retrasó una hora el time oficial para estar más cerca de Berlín que de Londres en el momento de la victoria final contra las democracias, y esa hora nefasta y retrasada ahí se ha quedado, heredada de Franco como la escultura de Primo de Rivera en Bibataubin y como un síntoma más de que la transición, sería por lo que costó ponerla en pie, se quedó un poquitín retrasada, o sea, más cloudy que sunny, diga lo que diga la Aemet.

lunes, 18 de marzo de 2013

CONFUSO


Confuso

JUAN CAÑAVATE | 
CONFIESO que estoy confuso, comentó en voz alta el cliente de la cafetería mientras se enfrentaba con estudiada displicencia al café con leche y a la media de aceite en el taburete de la barra del bar. Confuso, repitió, y que sepáis que no es la primera vez; siempre me pasa, dijo elevando ligeramente la voz para buscar audiencia, mientras acompasaba el ritmo de su discurso a los cortos sorbos del café con leche y al pasar lento de las hojas del periódico, indiferente, casi, al resto de la parroquia que esperaba, si no el final de su discurso, sí al menos que acabara con la prensa que era de la casa y de consumo gratuito. 

No me confunden los gobiernos, siguió, mientras humedecía el dedo con la lengua para pasar las páginas, que esos no confunden a nadie y todo el mundo sabe lo que ocultan cada vez que hablan o cada vez que callan, pero los partidos, continuó, detrás de una pausa que aprovechó para alisar la hoja de las esquelas pasando sobre ella la palma de la mano abierta, esos sí que son confusos y turbios y más que turbios, oscuros como un cónclave de rituales secretos bajo pena de excomunión. 

Y no será porque no los conozco, que ya por los setenta militaba yo en un partido de orientación pro china del que no recuerdo el nombre, confesó, complacido del efecto que su pasado heroico pudiese causar en la estudiante de la mesa de la esquina, que lo miraba expectante. Sobre todo por si acababa con el periódico. 

Y como creyera descubrir interés en la mirada de la joven nínfula, bajó la voz a un tono adecuado para compartir un secreto apenas desvelado: y es que ya por dentro cuesta distinguir a unos de otros y aunque hablen de transparencia y de esas cosas, no les gusta que nadie sepa lo que van cociendo en sus fogones, ni que se entere nadie de sus ingredientes y que nadie diga nada si les sale mal el guiso, que son de aguantar poco los peros y los contras, no sea que alguien les diga que suelten las sartenes y es que los partidos, todos, incluso los que en otro tiempo fueron nuestra esperanza, esos que se llamaron de izquierdas, no terminan de enterarse de su soledad. Y eso que el gobierno se lo pone a huevo y ni por esas y que ni dios abre el pico para decir eso que tanto nos gustaría oir: compadre, remata la faena y vámonos que en esta plaza no salimos por la puerta grande. 

Esa es la verdad, concluyó y, mientras concluía, pensó que más que confusión, era decepción lo que iba arrastrando por las barras de los bares buscando cada mañana, frente al café con leche, cómplices de su desaliento, mientras empezaba a releer el periódico desde el final hacia el principio.

sábado, 9 de marzo de 2013

NERO DE TARPEYA


LA COLUMNA

Nero de Tarpeya


POR fin después de tantos años y de tantas preguntas sin respuesta, se han conseguido disipar las dudas y ya se sabe, y hasta de primera mano, a qué ocultas razones responden las a veces incomprendidas decisiones del señor alcalde y qué argumentos orientan a este preclaro faro y guía de nuestra ciudad. 

Y es que hace unos días, cuando el alcalde aguantaba un buen chorreo de los vecinos damnificados por sus aparentemente caprichosas decisiones en el Albaicín y, cuando ya al hombre se le fueron acabando o agriando las respuestas, parece que les soltó a los presentes dos frases de esclarecedor contenido: -es que no os merecéis nada-, fue la primera y -la carrera del Darro, sin coches, está preciosa-, la segunda, quedando ambas clavadas al adoquinado de la carrera como sólidos soportes argumentales de su controvertida decisión o como iluminadas balizas del rumbo de este bonito pueblo mientras dirija el timón don José. Demostrando que el destrozo que lleva perpetrando en estos últimos años sobre la ciudad histórica con su arrebato privatizador de calles y plazas públicas para convertirlas en negocio puro y duro, no responde a que siga la música que le toca la federación de hosteleros de Granada, como muchos piensan, sino a un encendido amor a la belleza porque así, llena de mesas, de sombrillas y terrazas, convirtiendo el muro del río Darro en la barra gigantesca de un par de bares o la Carrera en la sucursal granadina de la fiesta del Dragón de la Alpujarra, está Granada más bonica y porque Don José, en el fondo, es un esteta y, al contrario de lo que cree la gente, es la belleza y no las interesadas amistades lo que le arrebata. Por decirlo de una manera simple y para que todos lo entiendan, el alcalde está más en la estética que en la ética, como ha ido demostrando en otras causas de su gobierno como las estatuas de la Constitución, las fuentes de granadas morcillonas o la pasión por el cine intelectual, reflexivo y profundo como el ciclo de vampiros que nos luce en este final de la temporada de invierno. 

Y como también es cierto que para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos, pues el alcalde no ha tenido más remedio que ir incinerando lo que fue, para ver nacer en un futuro hermoso, más bien precioso, lo que será, y será por eso también que se quiere llevar la estación de tren a la quinta leche, que seguro que allí, más que bonica, será un primor. 

Ya les digo, un emocionado esteta que a mí, cada día, me hace recordar más aquel romance viejo: 

"Mira Nero de Tarpeya a Roma como se ardía:gritos dan niños y viejos, y él de nada se dolía".

viernes, 1 de marzo de 2013

FRIKIS


LA COLUMNA

Frikis

JUAN CAÑAVATE | ACTUALIZADO 01.03.2013 - 07:55

HAY algunas cosas de esta vida que, al parecer, no tienen otro objetivo que el confirmarnos que no nos hemos vuelto locos. Cosas que no suelen despertar gran interés como comprar el pan, saludar a un vecino, pasear al perro, sacar la basura… Cosas humildes  que en apariencia  no tienen mucha importancia ni  otra aspiración que la de amarrarnos a la realidad o vacunarnos, por decirlo de otra forma, contra el infantil deseo de vivir en las nubes, cosas que, en realidad, son una necesidad vital para la supervivencia. 

Y es que hasta la adolescencia, daba uno en pensar que si la realidad parecía un mal viaje o que la vida era un trago  amargo, podían combatirse las desagradables sensaciones con un poco de hechicería que hiciera de los sueños realidad. 

Pero eso no era en este tiempo en el que ya por todo nos pasarán factura en el futuro. Ahora que el tiempo sí que es un tiempo por el que habrá que dar explicaciones, me ha nacido, como a la altura de la parte baja del esófago, una especie de desorden gástrico que me asalta cada vez que me alejo de la realidad o que percibo, en un ligero agitarse de la atmósfera, que el mundo alrededor empieza a parecerse en demasía a Rivendel, un sitio en el que la realidad se oculta o se sustituye por ficciones con casitas de chocolate. 

Quizás pudo ocurrir que en otro tiempo soñase en huir a paraísos que nunca existieron como Never Land o incluso añorase volar pensando en cosas agradables y no creo tampoco que fuese algo que me ocurriese sólo a mí, más bien sospecho de un virus infantil que necesariamente se fue curando con los años, pero curando al fin como algo necesario para seguir creciendo.
Por eso no me gustan los que siguen empeñados en vivir en mundos de ilusión y por eso empieza a preocuparme tanto la regresión infantil de nuestros gobernantes que siguen convencidos de que, más que en el puñetero y cruel lugar en que han convertido este país, vivimos en Hobbiton, medio alelados y sin percibir los peligros que acechan más allá de la Comarca. 

En serio, ya no puedo afirmar que el PP mienta como antes lo pensaba, más bien empiezo a sospechar que, al repetir sus mentiras con patológica obsesión, han terminado por engañarse a sí mismos.

El Partido Popular vive en un infantil mundo de ficción, aferrado a mentiras que intentan transmitirnos con la pasión del friki de la Guerra de las Galaxias, como si, a fuerza de vivir en un planeta imaginario, hubiesen perdido eso que suele llamarse el principio de la realidad. Señoras y señores locos que repiten una y otra vez su verdad, su demencial verdad, sin importarle ya si consiguen engañar a alguien.