miércoles, 29 de febrero de 2012

ANDALUCíA I


Andalucía I


A pesar del encomiable esfuerzo de cargos decretados o electos o, incluso, esa rara especie de incierto origen que son los miembros del Sacro Colegio de Delegados y Delegadas Provinciales, entregando banderas, medallas y nombramientos de hijos dilectos o predilectos, la verdad es que el 28-F no ha terminado de llegar a ese punto de popularidad que uno quisiera para celebrar el día de nuestra comunidad y por no llegar, ni siquiera está en la lista de fiestas populares que, con tan incomprensible afán, suelen recopilar los folcloristas en nómina. Y es que la fecha en sí, aunque se la tenga en mucha estima, no tiene ni punto de comparación en reconocimiento con otras más ajenas como el 12 de octubre o el 2 de mayo que, como diría un etnólogo cursi, sí que son de ancestral raigambre. También pudiera ser que la cosa no tenga tanto que ver con la fecha, y que sea la misma imagen de Andalucía, la que anda en momentos bajos, tan bajos que hasta en Granada hay ya un partido, entre anecdótico y testimonial pero partido al fin, que aboga directamente por la secesión orientalista frente al centralismo occidental. 

Yo, que soy de la generación de los que vivimos con ilusión el nacimiento de la Comunidad Andaluza hace treinta tantos años, no puedo dejar de sentir un pellizco cuando veo el rumbo y la derrota que va llevando la nave que, si es verdad que tuvo desde el principio enemigos natos, también lo es que se ha ido creando otros nuevos con los años. Y es que, de entrada, a Andalucía, con esa pena nació, nunca la soportó la derecha española, fuera castellana o catalana o incluso andaluza si no olvidamos que gentes como Arenas hicieron duras campañas para que esta Comunidad no naciera a la luz del artículo 152 de la Constitución. No, a la derecha le toca las narices Andalucía y disfruta cuando sufre y se regodea en sus malas noticias, pero con esos enemigos familiares ya contábamos y eran conocidos, no como los que después llegaron de la mano de otros en forma de un localismo cerril, ramplón y egoísta que ha acabado por ordenar la vida pública de esta Comunidad y por arrastrar las voluntades de todas y todos los políticos de esta tierra salvo contadas, contadísimas excepciones. Un localismo de acción y de reacción que ha contagiado a los que se debían a Andalucía y no a sus respectivos pueblos, a sus pequeños pueblos, a sus mezquinos pueblos. Un localismo cateto que ha sustituido el respeto y el cariño entre sus gentes o la integración del territorio andaluz por un cúmulo de actos arbitrarios destinado más a dar satisfacción a la clientela local que a las necesidades reales de la sociedad andaluza. De cada uno de esos actos han ido naciendo los agravios, los rencores, las distancias y se ha ido desgarrando poco a poco el alma de esta tierra grande, solidaria y hermosa.

jueves, 23 de febrero de 2012

ATARAZANAS


Al margen de los objetivos de programación que presente el proyecto de contenidos del mismo o de la recuperación del edificio a través del proyecto arquitectónico de Vázquez Consuegra, no podemos estar de acuerdo con este proyecto de conservación de las Atarazanas desde un punto de vista patrimonial. Si se observa la reconstrucción, se puede adivinar que lo visible, desde la cota de la calle, es una altura de las arcadas que no es la real. En efecto, los arcos arrancan ocho metros por debajo de esa cota que es la altura original del edificio. No es que se desprecie ese espacio desde un punto de vista formal, es que se desprecia el edificio en su totalidad arquitectónica convirtiéndolo en un pastiche alejado de su forma original y real.
La riqueza arqueológica que encierra el subsuelo de ese edificio y que ha sido evaluada en distintas ocasiones, queda postergada evidenciado la falta de respeto que el arquitecto manifiesta por la historia de su ciudad y de sus edificios históricos. Otra ocasión perdida, otro desastre en Sevilla que renuncia a restaurar un edificio emblemático por su ubicación, junto al Hospital de la Caridad, y por su funcionalidad.  

miércoles, 22 de febrero de 2012

H. P. Lovecraft


H. P. Lovecraft

JUAN CAÑAVATE | ACTUALIZADO 23.02.2012 - 01:00

EL color del miedo se tinta de un negro de charol cuando la noche avanza y hasta grazna en ocasiones especiales. Y es fácil de entender que sea en esa hora, cuando los malos sueños se cuelan entre los pliegues húmedos y fríos de las sábanas y se llevan en su negro pico la irreal seguridad con que se encara el día; un artificio ingenuo para la supervivencia cotidiana. Y también, cuando la noche llega, se desmoronan los argumentos construidos de frágiles mentiras y queda en evidencia lo que es más que evidente; que no todo está bien y que el futuro no está por arreglar las cosas y que lo poco que queda en píe, igual no aguanta hasta que salga el sol, si es que llega el sol, o las lluvias, si es que a algún día, más o menos lejano, le da por llover en este invierno seco y frío. 

El miedo por las noches asalta con sabor de miedo antiguo, de tiempos de autarquía, de película gris de cadáveres que se revuelven en sus tumbas, de muertos que vuelven de la muerte para arrastrase junto a la cama, de suicidas que esperan en el pasillo que lleva hasta el cuarto de baño y de otras cosas más, de esas que Borges se negaba a describir para no echarle, con sus palabras, un pulso al terror que anida en nuestra imaginación. En las noches, cuando te despierta el miedo, de nada sirve protegerse con la almohada del susurro silencioso o de la pisada en la loseta suelta de la escalera y la realidad se esconde y se convierte en una alerta febril que pone en guardia los sentidos pero que paraliza el cuerpo mientras los pensamientos se deslizan hacia algo que es más tenebroso que la muerte: el mismo miedo. Frank Herbert, lo describía como la pequeña muerte que conduce a la muerte porque nada se resiste a su presencia de amenazas inconcretas y por eso el miedo se alimenta de la indefensión, de la soledad, de la inerme impotencia que le acompaña y del propio miedo. 

Rajoy y su gente conocen los mecanismos del miedo. Los poderosos lo usan con sabia precisión desde que existe el mundo. La hipoteca, el trabajo, el desprestigio personal y profesional. Luego serán las facturas del hospital o del colegio o la pensión y la parálisis se ira extendiendo cada vez que la noche llegue para que escape el sueño de las camas frías. Conocen los mecanismos ocultos que se esconden tras el miedo y por eso mandan a los ominosos monstruos que se criaron en sus mismas madrigueras tenebrosas para que atemoricen a los que, como Garzón, reclaman la memoria del dolor y ahora, con los chavales de la primavera de Valencia, ya enseñan la parte más dura, las garras y los colmillos afilados del mito. No son Borges ni Poe, son Cthulhu.

martes, 21 de febrero de 2012

VALENCIA













Hay que reconocer que el gobierno de la derecha a la hora de batir récords es único.
No sólo ha batido el récord de la mentira prometiendo no subir los impuestos y subiéndolos al mes de gobernar. También bate récords en su capacidad de cabrear al personal. A los trabajadores y a los parados prometiendo miseria con la nueva reforma laboral, a los estudiantes en Valencia y en toda España. Por cabrear ha conseguido cabrear hasta a los Colegios de Médicos que son mayoritariamente suyos.
Eso sí, a la banca, a la Iglesia, al Opus, a la Conferencia Episcopal, a Fuerza Nueva, a los neocatecumenales, a la Razón, a la gaceta, al diario Alcázar  y a todo fascista viviente los tiene encantados. 

ORGANIZACIÓN, ORGANIZACIÓN


Organización, organización.

Si yo tuviera que organizar algo importante en el futuro, ya saben; una boda o un bautizo o la mismísima guerra de Crimea, buscaría con cuidado a algún experto o experta en ese delicado y complejo asunto de la organización que, aunque parezca mentira, no es una profesión reconocida y ni siquiera tiene Colegio Oficial. Y es que, aunque suene a algo tan complicado como la ingeniería de sistemas o la dirección de un circo, la organización no tiene titulaciones académicas ni másteres ni tan siquiera cursos de esos que organizan los sindicatos. En realidad para realizar este delicado trabajo, además de mucho oficio, hay que tener un don especial; se nace organizador como se nace diestro o, al revés, siniestro y no es el resultado de la voluntad sino del destino.
El organizador, o la organizadora que también las hay, tienen que saber de todo, controlarlo todo, manejarlo todo y conseguir que todo funcione bien en el momento adecuado, con el mínimo esfuerzo, la máxima eficacia y a ser posible, las mínimas bajas. Y todo hay que hacerlo con eso que le llaman mano izquierda, o sea, más o menos, lo mismo que ha hecho Susana Diaz, la Secretaria de Organización del PSOE de Andalucía con el último congreso del partido o con la elaboración de las listas, dejando claro a todo el mundo que no hay ninguna duda de que ella ha nacido para eso de la organización y no para ser ingeniera de sistemas o directora de un circo con los enanos tan creciditos que se ponen correosos cuando alguien les intenta decir en qué parte de la pista tienen que hacer sus gracias. Aunque, bien mirado, esta parte del espectáculo tiene poca gracia y se la podrían saltar los responsables del evento organizado porque, con la que está cayendo de reforma laboral, de descalabro jurídico y democrático, de presupuestos previstos para después de las elecciones andaluzas, de absoluto poder de la derecha, de reforma del sistema educativo, de falsificar el déficit, de desequilibrios económicos y sociales y de otros numeritos del gobierno del PP, que amenazan con extenderse también por  Andalucía, el que un señor al que conocen en su casa, vaya el siete o el veinte siete de la lista de su pueblo, la verdad es que, en general, al respetable le importa un absoluto pimiento sea verde, morrón o de Padrón. Y claro, da así la impresión de que los que organizan están más en sus cosas que en las de los demás y que, mientras unos andan peleando en el día a día por el sistema sanitario público y universal o por la educación pública y de calidad o por otro montón de cosas valiosas para la ciudadanía con encomiable compromiso, hay otros y otras que lo que están organizando es un incomprensible carnaval con poca guasa. Aunque de eso se trataba, ¿no? de organizar las cosas.

Juan Cañavate



jueves, 9 de febrero de 2012

Un día normal


Un día normal

JUAN CAÑAVATE | 
HAY mañanas de frío invierno en que a uno le gustaría, por lo menos, despertar en un país normal y, a pesar de las brumas que envuelven el río, pensar que todo está en orden y que viene a ser normal que ocurran las cosas que suelen ocurrir por estas fechas; la pereza del sol sobre la Sabika, la escarcha en la hierba del Rey Chico, la fuente de Plaza Nueva helada, el frío… Así, con cierta normalidad y sin más sobresaltos ni presagios que auguren con gris fatalidad que, a lo largo del día, irán apareciendo cosas que no debieran estar o señales de que todo es más efímero que en otras ocasiones. Así me gustaría despertarme alguna mañana de estas últimas mañanas, con la calma de un país normal en el que los días, cuando mueren sobre la vega, no anuncien un porvenir más incierto que el de ayer y poder dedicar, por eso, con la tranquilidad de lo que es normal, el primer pensamiento del día a la tristeza, serena pero triste, que me trae la marcha de Tápies y la idea de que nunca más lo volveremos a ver soñando en construir su mundo de ficción para compartirlo con nosotros. "Artistas funcionarios", llamaba él, por los setenta, a aquellos que viven del poder sin imaginar tanta premonición en esta época de subvenciones y comisarios y Centros de Arte. Si esta mañana yo me hubiese tranquilamente levantando en un país normal, pensaría que España es hoy mucho más pobre que ayer porque el maestro del informalismo se ha ido y si este fuera definitivamente un país normal, el duelo de su muerte iría recorriendo España entera y no se quedaría en el límite territorial de la Generalitat, con el provinciano tedio que, en esta sobresaltada patria, caracteriza estos asuntos. Pero es que en este país si fuera normal, además de tristes por lo del maestro, también estaríamos contentos porque Trueba se haga una foto inolvidable con los nominados al Oscar por esa historia de Chico y Rita y, ya en casa, si este fuera un país normal, estaríamos contentos en Granada porque a María del Mar Villafranca la han elegido los socialistas españoles para el más importante puesto de la Cultura en su organización. Y estaríamos contentos porque sería señal de que hay mucha gente que piensa que sabe gestionar un monumento como la Alhambra, que sus planteamientos sobre la protección y conservación del patrimonio histórico son rigurosos y progresistas y también ¿por qué no?, porque es una vecina de esta ciudad donde la ausencia del conocimiento y del rigor viene a ser casi siempre una forma de normalidad. Y es que no puede ser normal una ciudad en la que mientras unos están contentos por estas cosas importantes, otros se levantan por las mañanas pensando como asaltar la Alhambra y se relamen ya, soñando en el día y en la hora en que podrán meterle el diente y ponerla en venta o en alquiler que, para lo que se trata, viene a ser lo mismo.

jueves, 2 de febrero de 2012

TEATRO CHINO


Teatro chino

JUAN CAÑAVATE | ACTUALIZADO 02.02.2012 - 01:00
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LA situación económica de nuestro país le puede acabar pasando lo que al naufragio del Costa Concordia; que si no fuera por las dimensiones del drama, comenzaría a parecer un sainete frívolo y ramplón en el que todo suena a chiste malo. Y es que en estos pocos días de gobierno, el PP ha conseguido convertir sus prometidas ideas para acabar con la crisis en un guión confuso que no se creen los espectadores ni los actores ni, mucho menos, el director de esta especie de teatro chino a la española en el que, en lugar de seguridad y confianza, reina la improvisación y el desconcierto a la hora de salir a escena y explicar lo que quieren o lo que pueden o lo que en realidad van a hacer. No me mal interpreten; no voy a decir que la culpa de la crisis es de Rajoy, aunque la usara para ganar las elecciones, como tampoco dije nunca que la culpa fuera de Zapatero, aunque la usara para perderlas. Lo que sí digo es que aquel "no sabemos qué hacer" está dando paso a un "nosotros tampoco, pero os vais a enterar" y el barullo se hace cada vez más evidente cuando De Guindos dice una cosa, Santamaría otra, Montoro la contraria y el Rajoy otra distinta a micro abierto. Aunque si he de serles sincero, esta triste confusión no me sorprende lo más mínimo, como no me sorprende nada tampoco, que el Gobierno en realidad a lo que se dedique por estas fechas con encomiable perseverancia y, acompañado a las maracas por la presidenta de Castilla la Mancha, sea a una suerte de impúdica verbena para ir animando las elecciones en Andalucía. De hecho, nunca un gobierno de la nación había prestado tanta atención antes a nuestra tierra si obviamos la devoción de González hacia Sevilla o el gasto compulsivo de Magdalena Álvarez en Málaga, aunque la cosa tenga sus matices, porque si viene a ser verdad que aquellos se dedicaron a traer cosas buenas a algunas partes de Andalucía, el actual gobierno en lugar de hacer sus deberes con esta tierra, que los tiene, se ha inaugurado con desplantes poco elegantes y con la altanería habitual con la que los chicos y las chicas de Las Rozas acostumbran a enseñarnos a los andaluces como se deben hacer las cosas, en lugar de enseñárselas a sus amiguitos de Valencia, Murcia o Baleares. Y es que aunque Montoro se haya dejado esos rizos tan flamencos en la nuca, que parece que se va a arrancar en cualquier momento y doña Soraya se pase el día en el AVE y se haya comprado ya el par de trajecitos para la feria, Andalucía sigue siendo un molesto grano en la nariz o en salva sea la parte para el PP. Eso sí, jurando y perjurando que nos quieren y lo hacen por nosotros y es que por muy educados y hospitalarios que seamos los andaluces, Lola Flores tenía razón cuando dijo aquello de "si me queréis, irse".