jueves, 11 de agosto de 2011

VERANO TRANQUILO

la columna
Juan Cañavate | Actualizado 11.08.2011 - 01:00
 
EL secreto de los veranos de mi infancia era que, durante más de tres meses, el tiempo se iba deslizando sin prisas, sin sobresaltos y repitiendo, con amable cadencia, las mismas intrascendentes cosas generosas con la vida. Iba jugando, aquel tiempo detenido, un juego humilde de placeres sencillos en un país sin grandes pretensiones; la pereza de la cama en la mañana, el roce de las olas en la playa o de las sábanas frescas de la siesta, los libros de la tarde y un recorrer la noche con sandalias, olor de mar en la piel y color del sol en la mirada. La dulce sensación del tiempo detenido para empezar de nuevo en cada día. Ese era su secreto.

En aquellos veranos a nadie se le ocurriría pensar en el vaivén insoportable de los mercados financieros, en la apertura de Tokio o el cierre de Wall Street o en someter al IBEX o al Nikey.

En aquellos veranos la Puerta del Sol era un paraíso de soledad y no un caos de policías, cerrada en la mañana y abierta por la noche, entre nervios que preludian la llegada, una vez más, del papa y sus amados querubines jovencitos, arrebatados por la fe y vestidos de guardia suiza, que vendrán, como siempre, a arrasar nuestra tranquilidad, a regañarnos, a hacernos madrugar, a interrumpir la siesta o a bendecir con mano blanda las prisas de Rajoy que se arrebata y corre y manda entre nervioso, al renombrado Pons, que empieza a parecerse a esos madrileños en coche de caballos por la feria de Sevilla, de heraldo a hacer alardes ante la invicta Troya y a anunciar lo que ha de venir y prometiendo hierro y fuego cuando caiga sus muros.

Y es que tienen prisa por arrasar, aunque sea un Plan Centro como en Sevilla o un hospital como en Guadalajara o una biblioteca como en Granada o una escultura de César Molina como en Albolote o una humilde tumba, como en ese pueblo de Ávila, donde no dejan reposar a diez victimas más de la lista de crímenes que quieren que olvidemos o, mejor, que no les recordemos y es que no sé por qué cada vez que se intenta hacer memoria se sienten aludidos y les molestan las tapias de los cementerios y las tumbas que llevan nombres escritos. Y no se enteran de que es al revés, que es por descansar, por cumplir con algunos ritos humildes en este país sin grandes pretensiones. Aunque igual añoran el tiempo en que el verano empezaba el 18 de julio y, no sé si, ya que están en ello, querrán también que se declare BIC.

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