viernes, 28 de diciembre de 2012

FELICIDADES


Felicidades

JUAN CAÑAVATE | ACTUALIZADO 28.12.2012 - 08:53

POR las oportunas fechas que vienen siendo, me va a resultar algo difícil eludir en esta columnilla una expresión adecuada de buenos deseos, felicidad, prosperidad y todas esas cosas que se suelen desear cuando a punto está de terminar un año y empezar otro. Aunque en esta ocasión y espero que no tenga que repetirlo en futuras ediciones, no sean mis buenos deseos para todos por igual. Y es que como el año que se acaba más bien ha tirado a nefasto y parece, según vaticinan los augures, que tampoco el que viene será muy fasto, me huelo que no va a haber prosperidad, felicidad y cosas buenas para repartir sin mirar a quién y con indiscriminada generosidad

Así que lo siento, pero no me quedan buenos deseos para todos. Y no es que los tenga malos para algunos, que podría ser, tal como se han portado, es simplemente que los buenos los guardo para los que los necesitan y que a los otros, pues que bastante tienen con que no les traiga el año nuevo lo que se merecen o lo que prefiero no desear.

Me ha de perdonar por ello, y si tiene a bien, el Consejo de Ministros que tan a gusto está haciendo el trabajo que le han encomendado y también, cómo no, los que se lo han encomendado, se sienten en el Consejo de Administración de algún banco español o, simplemente jueguen al golf con nuestra deuda. Discúlpeme igualmente la Conferencia Episcopal y la patronal católica de la enseñanza privada y hasta la patronal de la sanidad privada. Perdonen los que mienten y manipulan desde los medios de comunicación y animan un día y otro a la destrucción de nuestro país. Perdonen los miembros del gobierno de Madrid y el de Valencia, perdone también el señor alcalde de Granada y su equipo de gobierno tan empeñado en amargarnos la vida a los granadinos, perdone el BCE y el señor Durao Barroso y la señora Meckel. Perdonen todos, pero para ustedes no tengo buenos deseos este año, como tampoco los tengo para muchos otros que, por otra parte, no los necesitan porque ya tiene su prosperidad asegurada a costa de la miseria de los que sí los necesitan.

Para ellos sí, para los que están fuera de España y para los que hacen ya planes para irse porque les han robado su futuro en esta tierra, para los que no trabajan y para los que trabajan, para los que buscan trabajo y para los que les dan trabajo, para los que lloran porque conocen la tristeza y para los que ríen porque conocen la alegría, para los que tienen paga y para los que no la tienen, para los que miran con desconfianza la caja registradora de su negocio cuando acaba el día y siguen regalando confianza a los que tiene cerca sin perder la sonrisa, para los que ayudan y para los que son ayudados, para los que no han perdido la esperanza. Para vuestros hijos, para vuestros padres, para vosotros, sea mi deseo de felicidad en el año que viene.

viernes, 21 de diciembre de 2012

CARIDAD


Caridad
A pesar de la desconfianza histórica o incluso del desprecio que muchos sienten por el Islam, la verdad es que es una religión de incuestionable coherencia conceptual. No me malinterpreten; siento por el Islam la misma distancia intelectual que por cualquier otra religión y no es mi intención hacer apología de ella, pero las cosas son como son y el Islam tiene una homogeneidad teórica que otras religiones, sin ir más lejos la católica,  no tienen. El confuso politeísmo del catolicismo, por ejemplo, con la curiosa figura del Espíritu Santo que tanto se parece al dios Ka egipcio o la evidente coincidencia entre la virgen María y la diosa Isis o la no menor de la muerte y resurrección de Jesús con el mito de Osiris y el que incluso se le haga nacer coincidiendo con el solsticio de invierno, tienen más que ver con añadidos orientales posteriores que con el cristianismo original que, al parecer, era una religión igualmente simple que se apoyaba, sobre todo, en la práctica de la caridad fraternal.
En el Islam no existe esa confusión, aunque sí la caridad que es uno de sus cinco pilares fundamentales, con la profesión de fe, la oración, el ayuno y la peregrinación a La Meca, y no el yihad, como aparece en algún libro de texto de la ESO, como muestra de la ignorancia de sus autores y vergüenza de las autoridades educativas que lo dan por bueno.
La caridad es un elemento clave en la historia del Islam. No sólo porque supera con su universalidad las limitaciones tribales y clánicas de la sociedad árabe en la que nació, sino porque además consigue crear una férrea solidaridad frente a la arbitrariedad del poder. La caridad musulmana ha ido generando un poderoso tejido social y asistencial en aquellos países gobernados por sátrapas y dictadores donde el Estado es una pantomima al servicio de los poderosos. Si alguien quiere entender el éxito de movimientos como Hamás o Hizbulá, ahí debe dirigir la mirada, a sus actos frente a la injusticia y la miseria y, por eso, detrás de cada hospital que suple las corruptas ausencias del Estado, crece la hegemonía de la religión en esos países.
Por eso, cuando ahora, el gobierno del Partido Popular avanza imparable en la destrucción del Estado convirtiendo lo que antes eran derechos, en caridad cristiana y privatiza hospitales y destruye el sistema educativo y elimina la asistencia, ofreciendo a cambio la alternativa indigna de la limosna y con ello veo crecer la presencia de las organizaciones caritativas o las colas frente a los bancos de alimentos, pienso, con algo de comprensión y mucho de tristeza , en Hizbulá, en nuestro irremediable Hizbulá.

Juan Cañavate

sábado, 15 de diciembre de 2012

EL PREMIO NOBEL


El premio Nobel

La ceremonia de entrega del premio Nobel de la paz a Europa, en las figuras de José Manuel Durão Barroso, como presidente de la Comisión Europea, Herman Van Rompuy como presidente del Consejo y Martin Schulz como presidente del Parlamento, quiso adquirir la pompa y circunstancia de un acto de esos que buscan un hueco en los libros de historia, o de conocimiento del medio, como ustedes prefieran. Una jornada feliz e inolvidable para los ciudadanos europeos que se fue desluciendo cuando, mientras los ilustres premiados, y los no menos ilustres suecos, intentaban justificar la faena apelando al mérito de la construcción de una paz europea, que sí que es verdad que lleva ya algunos años de recorrido, Berlusconi, anunciaba que volvía a la política en su país, disparando todas las alarmas en Italia y, de paso, en esa Europa premiada que pasó en un segundo del oropel de la fiesta, al llanto y crujir de dientes. Y es que con el anuncio, muchos y muchas de los que no sabían si a ellos también estaban invitados a la fiesta del Nobel y les tocaba alegrarse, empezaron a preguntarse qué premio merecía una Europa que permitía que corruptos, o puteros de la peor calaña, llegasen a alcanzar las más altas dignidades del Estado, de cualquier Estado de la Unión Europea. 
Y si sólo hubiera sido eso, igual hubiese colado un algo la fanfarria, pero es que, más o menos, todo el mundo, se ha dado cuenta ya a estas alturas, de que la Unión Europea real, la que los ciudadanos viven día a día, no se parece a ese sueño de entendimiento, cooperación y paz que los ilustres suecos han premiado, sino más bien a una pesadilla   de banqueros que han utilizado los instrumentos generados en la construcción de Europa para esquilmar, estafar, empobrecer y humillar hasta la asfixia y la muerte a los países más vulnerables, aprovechado su escasa capacidad de acción y de reacción tras el ingreso a ese club. al que el lunes dieron el premio. Y es que cuando pidieron la entrada les hablaron de una distribución más justa de la riqueza, de corregir los desequilibrios territoriales, de eliminar las fronteras entre norte y sur y no parece que esa promesa tenga que ver con la Europa de Berlusconi ni con la del BCE ni con el sufrimiento de la deuda o el rescate o el déficit o lo que sea y la gente empieza a preguntarse con qué sangre se está pagando el precio de esa paz a la que le dieron el primer premio el lunes.  
Juan Cañavate




jueves, 6 de diciembre de 2012

ARQUEOLOGÍA


Arqueología

Reconozco que me sorprendieron hace unos días las palabras del señor Pérez, subdelegado del Gobierno en Granada, cuando en un acto oficial, afirmó que la Constitución Española no es arqueología. Y digo que me sorprendió porque no esperaba yo comparación tan rebuscada y tan acertada, aunque me temo que nuestra coincidencia no responda  a los mismos criterios. Porque yo siempre he pensado y algo sé de lo que hablo, que la arqueología, al contrario de lo que parece, no es un artilugio contemplativo del pasado, sino que en realidad de lo que se encarga es del futuro y, para eso, con encomiable compromiso y más o menos rigor, investiga, analiza e intenta aclarar asuntos  algo confusos, casi perdidos y olvidados, recuperados del silencio una y otra vez, no para deleitarnos en su otoñal belleza o sacar dinero de ellos, como algunos ignorantes piensan y otros mercaderes desean, sino para permitirnos mirar hacia el futuro desde nosotros mismos, desde una historia real que muchos se preocupan con perversa insistencia en ocultar porque un pueblo confundido y que no sabe de dónde viene, es difícil que pueda mirar hacia el futuro y saber a dónde va, y porque, aunque a algunos les moleste, la arqueología es un instrumento de interesante utilidad hoy día.
Por eso, aunque no tenga las mismas razones que el señor Pérez, estoy de acuerdo en que la Constitución Española no es arqueología y es que si un arqueólogo investigase la Constitución y fuese levantando uno a uno sus estratos e identificando los registros que la conforman, descubriría sin ninguna dificultad que la Constitución es un cachivache prácticamente inútil que sólo sirve para saber cómo se fraguó aquel momento histórico y qué correlación de fuerzas y de voluntades se conjugaron mientras se escribía. Y no es que no le tenga yo respeto a la norma o a los padres y madres de la patria, que hacia todos guardo grato afecto y hasta el reconocimiento de saber que hicieron casi lo que pudieron, es que la realidad no miente y todo el mundo sabe ya que esa Constitución nació con fecha de caducidad y con gazapos de bulto, como el mismo sistema que se construyó con ella.
La triste realidad de que la correlación de fuerzas y de voluntades hoy no permita renovar ese texto, no le da una utilidad que no tiene, por el contrario, sólo confirma el anacronismo de un sistema que no sirve para resolver los problemas de este pueblo y sí para otras cosas peregrinas; para que Wert traslade el sistema educativo a la Edad Media o para que la fiesta que celebra que un niña de hace dos mil años naciera sin pecado original, vaya usted a saber lo que eso significa, sea tan importante o más que la de la propia Constitución Española. Así nos va.

Juan Cañavate