Estructuras rígidas y flexibles
NO tengo muy claro si, en el caso que me ocupa, detrás del fondo está la forma o si tiene algo que ver con el asunto, esa imagen casi perfecta que a todo el mundo se le crea en la mente cuando piensa en un triángulo, ya saben, esa cosa inexistente de tres lados, de singular significado y de variada semántica.
En las escuelas técnicas se enseña, en las primeras clases de cálculo de estructuras, que las suele haber de dos tipos: rígidas y flexibles y las dos tienen sus defensores y detractores que usan, con devoción de conversos, argumentos sólidos y contrastados para justificar su elección.
De las objetivas necesidades derivadas de las leyes de la física y que suelen ser los argumentos que ponen sobre la mesa arquitectos o ingenieros para elegir unas u otras, el debate sobre las estructuras rígidas o flexibles se ha ido ampliando a otros muchos campos donde suelen darse cita, igualmente, defensores y atacantes. Por ejemplo, en las empresas o en la administración o, incluso en la política, ni que decir tiene que lo que abundan son los defensores de las estructuras flexibles, frente a los que defienden las estructuras rígidas, que vienen a ser los menos y más raros. La verdad es que en estos casos, las estructuras rígidas arrastran mala fama y se reconocen como causa de grandes males, desastres y falta de eficacia. Nadie suele presumir de que su empresa se gestione con rigidez, al contrario, se suele tomar en consideración que las estructuras flexibles tiene más capacidad de adaptarse a las presiones del entorno, reaccionan con facilidad y pueden cambiar con la dúctil maniobrabilidad del superviviente nato. Cambian de forma y aspecto y, con ello, resisten porque se adaptan a lo que venga. Como podrán deducir fácilmente, la política es también un ámbito profesional adecuado para identificarse con las estructuras flexibles.
Las estructuras rígidas, por el contrario, no se deforman cuando sobre ella se aplican fuerzas, presiones o golpes. Se mantienen, como su propio nombre indica, rígidas, y hasta que no las revientas con un martillazo, siguen siendo igual que cuando se crearon y es curioso constatar que hay quien piensa que son especialmente útiles para algunas cosas.
Yo, sin ir más lejos, creo que una estructura rígida es especialmente válida para dar soporte a los principios éticos y morales que debieran regir la vida pública.
No sé si les he contado ya que las estructuras rígidas son triangulares y que el más sólido triángulo que conozco es el que forman tres lados o tres ángulos, me da igual, que son la libertad, la igualdad y la fraternidad. Por eso me duele tanto París y por eso empiezo a sospechar que en la batalla por la defensa de la libertad, quien va a salir realmente perjudicada va a ser la propia libertad y que, al final, los yihadistas van a conseguir parte de sus objetivos. Lo empecé a sospechar al ver en la cabecera de la manifestación de París a gente como Netanyahu o Mariano Rajoy, auténticos paladines de la libertad, de la igualdad, de la fraternidad.
En las escuelas técnicas se enseña, en las primeras clases de cálculo de estructuras, que las suele haber de dos tipos: rígidas y flexibles y las dos tienen sus defensores y detractores que usan, con devoción de conversos, argumentos sólidos y contrastados para justificar su elección.
De las objetivas necesidades derivadas de las leyes de la física y que suelen ser los argumentos que ponen sobre la mesa arquitectos o ingenieros para elegir unas u otras, el debate sobre las estructuras rígidas o flexibles se ha ido ampliando a otros muchos campos donde suelen darse cita, igualmente, defensores y atacantes. Por ejemplo, en las empresas o en la administración o, incluso en la política, ni que decir tiene que lo que abundan son los defensores de las estructuras flexibles, frente a los que defienden las estructuras rígidas, que vienen a ser los menos y más raros. La verdad es que en estos casos, las estructuras rígidas arrastran mala fama y se reconocen como causa de grandes males, desastres y falta de eficacia. Nadie suele presumir de que su empresa se gestione con rigidez, al contrario, se suele tomar en consideración que las estructuras flexibles tiene más capacidad de adaptarse a las presiones del entorno, reaccionan con facilidad y pueden cambiar con la dúctil maniobrabilidad del superviviente nato. Cambian de forma y aspecto y, con ello, resisten porque se adaptan a lo que venga. Como podrán deducir fácilmente, la política es también un ámbito profesional adecuado para identificarse con las estructuras flexibles.
Las estructuras rígidas, por el contrario, no se deforman cuando sobre ella se aplican fuerzas, presiones o golpes. Se mantienen, como su propio nombre indica, rígidas, y hasta que no las revientas con un martillazo, siguen siendo igual que cuando se crearon y es curioso constatar que hay quien piensa que son especialmente útiles para algunas cosas.
Yo, sin ir más lejos, creo que una estructura rígida es especialmente válida para dar soporte a los principios éticos y morales que debieran regir la vida pública.
No sé si les he contado ya que las estructuras rígidas son triangulares y que el más sólido triángulo que conozco es el que forman tres lados o tres ángulos, me da igual, que son la libertad, la igualdad y la fraternidad. Por eso me duele tanto París y por eso empiezo a sospechar que en la batalla por la defensa de la libertad, quien va a salir realmente perjudicada va a ser la propia libertad y que, al final, los yihadistas van a conseguir parte de sus objetivos. Lo empecé a sospechar al ver en la cabecera de la manifestación de París a gente como Netanyahu o Mariano Rajoy, auténticos paladines de la libertad, de la igualdad, de la fraternidad.
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