La soledad del presidente
ANDO desde hace días intentando saltarme la obligación de hablar del ex presidente Suarez. Pero la verdad es que me asaltan tantos recuerdos, que se me hace cuesta arriba y mientras paso canales en el dial o las páginas de los periódicos con la premura que provoca tanta monserga canalla, me sigue sabiendo mal no dedicarle unas palabras. En tanto me decido, les oigo hablar, a ellos y a ellas, con el vacío que les caracteriza, y pienso que no hablan de Suárez, sino de ellos mismos, mientras componen esa absurda pose de hombres y mujeres de Estado, de estado líquido o más bien gaseoso que eso es lo que a mí se me parecen; globitos de colores sin memoria, sin pasado y sin futuro. Y sólo me sacude la modorra, entre tanto homenaje hueco y escena costumbrista de duelo, constatar -que no descubrir- el nivel de cinismo de algunos de nuestros ilustres personajes alabando al hombre al que anduvieron buscándole las vueltas y las esquinas para ver por dónde meterle y descubrir, ellos sí, con enorme satisfacción, que los ex también sangraban. Menuda panda. ¿O es que no y ando exagerando? ¿o es que todos hemos perdido la memoria como el pobre presidente?
Ya digo que todo me sabe a recuerdo en esta historia y será como una broma del destino que la memoria no me falle pensando en un hombre que se quedó sin ella. Y recuerdo de Suárez, sobre todo, su valentía. No ante los militares golpistas, que ante esos no es difícil ser valiente si se tiene dignidad, sino ante la soledad en que le dejaron todos, cuando quedó bastante claro que nadie, absolutamente nadie iba a ser leal con él ni tenía intención de acompañarle por el camino de vuelta del silencio. Y es que hasta la soledad se lleva mejor en compañía.
La derecha, la misma que hoy gobierna, por cierto, no es que lo dejase solo, es que practicó con él esa suerte de rejones a la que tanto gusto saca, y la otra derecha, la del diálogo y la libertad, la que Suárez pensó que existía en España, la del "centro", tardó poco en huir, abriéndose a codazos un hueco entre las prietas y magras filas de la Alianza Popular de Fraga, que fue engordando a base de deslealtad y traición hasta convertirse en el PP de todos ellos.
Ahora, entre los elogios, cantan a coro que Suárez trajo la democracia a España, aunque todos sepamos que eso no es más que una mentira piadosa o una mentira de Estado, que son las que se dicen para ocultar la vergüenza de reconocer que fueron otros los que guiaron nuestro destino. A Suárez sólo le tocó estar en medio de aquel lío, que no es poco y estuvo bien en aquel trance. Bien y solo, tremendamente solo.
Ya digo que todo me sabe a recuerdo en esta historia y será como una broma del destino que la memoria no me falle pensando en un hombre que se quedó sin ella. Y recuerdo de Suárez, sobre todo, su valentía. No ante los militares golpistas, que ante esos no es difícil ser valiente si se tiene dignidad, sino ante la soledad en que le dejaron todos, cuando quedó bastante claro que nadie, absolutamente nadie iba a ser leal con él ni tenía intención de acompañarle por el camino de vuelta del silencio. Y es que hasta la soledad se lleva mejor en compañía.
La derecha, la misma que hoy gobierna, por cierto, no es que lo dejase solo, es que practicó con él esa suerte de rejones a la que tanto gusto saca, y la otra derecha, la del diálogo y la libertad, la que Suárez pensó que existía en España, la del "centro", tardó poco en huir, abriéndose a codazos un hueco entre las prietas y magras filas de la Alianza Popular de Fraga, que fue engordando a base de deslealtad y traición hasta convertirse en el PP de todos ellos.
Ahora, entre los elogios, cantan a coro que Suárez trajo la democracia a España, aunque todos sepamos que eso no es más que una mentira piadosa o una mentira de Estado, que son las que se dicen para ocultar la vergüenza de reconocer que fueron otros los que guiaron nuestro destino. A Suárez sólo le tocó estar en medio de aquel lío, que no es poco y estuvo bien en aquel trance. Bien y solo, tremendamente solo.
De acuerdo, José Carlos Rosales.
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