lunes, 31 de marzo de 2014

Por qué un nuevo Plan Especial del Albaicín

La urgencia de un nuevo plan


HAY quien piensa que la gran debilidad que tiene la Ley de Patrimonio Histórico de Andalucía es, más que nada, un pequeño descuido; el de olvidar en su disposición derogatoria la obligación de adaptarse a la nueva Ley de los Planes de Protección anteriores a su promulgación.

Este detalle, que pudiera parecer un tecnicismo sin mayor importancia, acaba por convertirse en un problema con una precisa repercusión en la protección patrimonial de los Conjuntos Históricos que disponen de un Plan aprobado con la antigua Ley.

En Granada en concreto, el caso del Albaicín y de su Plan es un claro ejemplo de las consecuencias de ese descuido derogatorio de los legisladores.

Mucha gente ha conocido a través de los medios de comunicación que ese Plan Especial que pretende defender al barrio de los peligros que acechan a su patrimonio es del año 1991 y también se ha enterado mucha gente de que el Ayuntamiento de la ciudad, después de llevar trabajando unos años en la revisión del mismo, ha decidido ahora renunciar a su renovación y seguir utilizando el que ya existe. Y es posible incluso que mucha gente se haga la pregunta de que si ya existe un Plan y el Plan es legal, ¿dónde está el problema?

Al margen del eterno recurso del Ayuntamiento de Granada a la confrontación con la Junta de Andalucía, que tanto réditos electorales le proporciona y en el que, si me lo permiten, no voy a entrar, sí que me parece urgente reflexionar ante las consecuencias que la renuncia expresada a continuar con la tramitación, pueden tener sobre este barrio al que el alcalde, desde el principio de su mandato, no ha prestado más atención que la que le era sugerida por los empresarios de la hostelería, ubicados, curiosamente, fuera del barrio.

La verdad es que las opiniones expresadas hasta la fecha con respecto a lo que pudiera pasar, son algo apocalípticas en algunos aspectos y bastantes acertadas en otros. Por ejemplo, la construcción de la Torre Pelli en Sevilla y el papel que la Unesco ha jugado en el proceso evidencia que para salir de la lista de Patrimonio de la Humanidad, tendríamos, poco menos, que matar a la señora Irina Bokova, directora general de la Organización y que algo tan "administrativo" como la aprobación del Pepri Albaicín no va a ocupar ni una casilla de la agenda de la Unesco.

Tampoco es verdad que dejen de llegar subvenciones porque no exista Plan, de todos modos no iban a llegar y tampoco es verdad que se pierdan inversiones porque no se apruebe el Plan. Un Plan especial contempla un presupuesto de los proyectos planteados para su ejecución, pero no garantiza la financiación del mismo, simplemente plantea lo que costaría hacerlos.

Tampoco es verdad que se paralicen la actividad constructiva, de hecho, se podrán seguir concediendo licencias a los promotores como se han estado concediendo en estos últimos años de vigencia y esas licencias tendrán el carácter protector que hasta ahora han tenido por lo que, al menos en cuanto a los peligros al patrimonio que se detectaron en el año 1991, no hay ningún problema y todos podremos estar tranquilos.

El problema está precisamente en que los peligros que acechan al barrio en la actualidad puede que no sean los mismos que le acechaban en el año 1991 y que esos peligros nuevos incluso pueden ser mucho más agresivos y dañinos contra el patrimonio que los de aquella época.

La propia Unesco descubrió hace no demasiado tiempo que uno de los mayores peligros que existen en la actualidad para los lugares patrimonio de la humanidad era su propia declaración que generaba un efecto llamada especialmente nocivo para su preservación. Ese efecto llamada se rentabilizaba económicamente en una industria que todos entendemos como fundamental en una ciudad como Granada, el turismo. Y esa gran industria no ocupa un gran parque industrial o un polígono tecnológico, sino que tiene montado el taller, por así decirlo, en un espacio tan delicado como es el espacio protegido de un Conjunto Histórico.

Esos nuevos peligros que genera una forma inadecuada de explotación de esa actividad económica que se abre en diferentes posibilidades; desequilibrio en la prestación de los servicios básicos de basura, limpieza, etc, cambios de uso de residencial a hostelero, uso y abuso de espacios públicos por negocios, contaminación visual o acústica, modificación o destrucción del caserío para su adaptación a hoteles o bares, fricciones con los residentes, carga y descarga de turistas en lugares complejos, planes de movilidad y tráfico adaptados a la explotación turística, y algunos o muchos más, son los que hacen necesaria de forma perentoria la revisión del antiguo Plan y su adaptación a la nueva Ley.

Estos nuevos peligros tiene además una capacidad destructiva que no tenían los antiguos. Entre otras cosas, porque la crisis de la actividad inmobiliaria tradicional ha reconducido la especulación hacia estos recursos que corren el riesgo inmediato de su agotamiento y destrucción.

Sólo esa posibilidad, y no la visión corta de miras de satisfacer los intereses inmediatos del negocio de la hostelería, debería ser suficiente para que el Ayuntamiento de Granada redoblara sus esfuerzos para proteger el barrio histórico y a sus habitantes.



viernes, 28 de marzo de 2014

LA SOLEDAD DEL PRESIDENTE

La soledad del presidente

ANDO desde hace días intentando saltarme la obligación de hablar del ex presidente Suarez. Pero la verdad es que me asaltan tantos recuerdos, que se me hace cuesta arriba y mientras paso canales en el dial o las páginas de los periódicos con la premura que provoca tanta monserga canalla, me sigue sabiendo mal no dedicarle unas palabras. En tanto me decido, les oigo hablar, a ellos y a ellas, con el vacío que les caracteriza, y pienso que no hablan de Suárez, sino de ellos mismos, mientras componen esa absurda pose de hombres y mujeres de Estado, de estado líquido o más bien gaseoso que eso es lo que a mí se me parecen; globitos de colores sin memoria, sin pasado y sin futuro. Y sólo me sacude la modorra, entre tanto homenaje hueco y escena costumbrista de duelo, constatar -que no descubrir- el nivel de cinismo de algunos de nuestros ilustres personajes alabando al hombre al que anduvieron buscándole las vueltas y las esquinas para ver por dónde meterle y descubrir, ellos sí, con enorme satisfacción, que los ex también sangraban. Menuda panda. ¿O es que no y ando exagerando? ¿o es que todos hemos perdido la memoria como el pobre presidente?

Ya digo que todo me sabe a recuerdo en esta historia y será como una broma del destino que la memoria no me falle pensando en un hombre que se quedó sin ella. Y recuerdo de Suárez, sobre todo, su valentía. No ante los militares golpistas, que ante esos no es difícil ser valiente si se tiene dignidad, sino ante la soledad en que le dejaron todos, cuando quedó bastante claro que nadie, absolutamente nadie iba a ser leal con él ni tenía intención de acompañarle por el camino de vuelta del silencio. Y es que hasta la soledad se lleva mejor en compañía.

La derecha, la misma que hoy gobierna, por cierto, no es que lo dejase solo, es que practicó con él esa suerte de rejones a la que tanto gusto saca, y la otra derecha, la del diálogo y la libertad, la que Suárez pensó que existía en España, la del "centro", tardó poco en huir, abriéndose a codazos un hueco entre las prietas y magras filas de la Alianza Popular de Fraga, que fue engordando a base de deslealtad y traición hasta convertirse en el PP de todos ellos.

Ahora, entre los elogios, cantan a coro que Suárez trajo la democracia a España, aunque todos sepamos que eso no es más que una mentira piadosa o una mentira de Estado, que son las que se dicen para ocultar la vergüenza de reconocer que fueron otros los que guiaron nuestro destino. A Suárez sólo le tocó estar en medio de aquel lío, que no es poco y estuvo bien en aquel trance. Bien y solo, tremendamente solo.



viernes, 14 de marzo de 2014

CARNAVAL



Carnaval



Aunque hay quien dice, y hasta puede que sea verdad, que en Río de Janeiro y hasta en Venecia, hay otro carnaval, lo cierto es que yo cuando oigo hablar de Carnaval sólo pienso en Cádiz. Y es que Cádiz, pero Cádiz, Cádiz, es mucho Cádiz, aunque le cueste en ocasiones arrastrar el lastre de su propio mito que, demasiadas veces, sacrifica el inmenso horizonte azul de su bahia por un lacrimógeno victimismo que es más de Cádiz que la plaza del tío la Tiza o la Caleta misma. Pero es que así es Cádiz y en Cadiz, ya se sabe, hay que mamar. Y les ruego que perdonen ustedes la literalidad de la expresión, pero es  que esa frase, que matiza su ordinariez cuando se dice en Cádiz, como muchas otras que mejor no enumero pero que a todo el mundo les suena, es una mezcla perfecta de  sabiduría fenicia, digna de los famosos sarcófagos de su museo, y del sentimiento de impotencia  que arrastra una ciudad que lleva batiendo record con las cifras del paro desde los tiempos de los mismos fenicios, de los sarcófagos y de sus muertos, como viene rezando el estribillo de una famosa chirigota.
En Cádiz, todo el mundo lo sabe, hay que mamar y si algo hay que reconocerle a los gaditanos, es que hayan llegado a esa sabia conclusión mucho antes que otros, no sólo del resto de Andalucía, sino de toda España o incluso del mundo entero donde, queramos o no, también tenemos nuestra ración de resignación mamonil.
Si uno piensa, por ejemplo, en la banca y en cómo la trata el gobierno, es fácil que concluya que, en efecto, y como en Cádiz, aquí hay que mamar. Pero si piensa, por el contrario, en el turismo destructivo de nuestras playas y de nuestros centros históricos y cómo se ha modificado la Ley de costas para seguir destruyendo las poquitas  playas que quedan, pues concluye igualmente en eso, que a mamar. Si piensa  en el nivel de laicicidad de este Estado y en cómo la iglesia católica con el más integrista de sus jefes, el señor Rouco, ha acabado por presidir el acto de homenaje de las víctimas de otros integristas en pleno siglo XXI, pues ya saben que hay que hacer lo que hay que hacer y hasta buscarle el gusto, y si uno piensa en las tarifas eléctricas, o en las pensiones o en la jubilación o en los sueldos, los nuestros y los de los accionistas de bancos y monopolios, o que hayan tenido que pasar cincuenta años para que alguien piense en quitar los símbolos franquistas y si uno sigue engrosando la lista de desatinos que, para qué vamos a seguir, pues que parece que sí;  que  toda España es Cádiz, y en Cádiz, desde hace años, si hay que mamar, se mama.
Juan Cañavate