domingo, 19 de mayo de 2013

BULANICOS


LA COLUMNA

Bulanicos

JUAN CAÑAVATE 

SIN avisar siquiera y sin causas aparentes, que aún estoy esperando a que salgan los del Parque de las Ciencias a explicarlo, el aire de Granada ha decidido llenarse de bulanicos como se van a llenar sus calles, dios mediante, de vírgenes el sábado. Y no lleva el extraño meteoro, que ya sé que no se llama así, ni un día ni dos de dejar la ciudad como de nieve, sino que va ya para un mes desde que la primavera decidió estrenarse con ese flotar de nubes por el aire y que si el primer día quedaba bien y tenía hasta su gracia, menos la va teniendo cuando se prolonga ese llenarse la nariz de tanto cuerpo extraño y ese tapón de pelusillas que acaba por darte la noche y la mañana, hasta pedir socorro o, lo que es lo mismo, antihistamínicos a chorros, reconociendo, sin rencor ninguno, que, eah, que habéis ganado los bulanicos y que sois los reyes de la tierra o las reinas, que no se yo si tienen sexo, pero plastas son para hartarse. 

Y como los del Parque siguen sin explicarlo, me da por pensar que igual son cosas de Granada, que suele ponerse pesadita con algunas cosas que empiezan teniendo gracia hasta que la insistencia acaba en la jartura. Y, si no, échenle un vistazo a lo que llevamos de santidad en esta primavera que, como todo el mundo sabe, empieza, con la santa semana y con la luna llena, llenando las calles de vírgenes, como los bulanicos, y bandas de tambores y todas esas cosas tan bonitas que, al principio, como los primeros estornudos, hasta te hacen gracia y te da un poco igual que corten las calles, pero es que cuando detrás de la semana, llega el día de la cruz y otra vez la ciudad llena del santo nombre del señor y vuelta a cortar las calles y te crees que ya se ha terminado y llegan las carretas, ¡Viva la Blanca Paloma! que inician su camino a las marismas almonteñas, a por la raya y el Quema, ¡que viva la Virgen del Rocío!, con sus bueyes y el tamboril y esas medallas rocieras ¡Qué viva la Madre de Dios! y vuelven a cortar las calles y, sin siquiera respirar y así de golpe, aparece la Magna Mariana por las esquinas y otra vez todo lleno de vírgenes flotando en el aire, como bulanicos santos, para arriba y para abajo, por las calles cortadas de esta ciudad santísima que sólo espera unos días más el corte de la santísima procesión del santísimo Corpus Cristi, sólo para esperar, con santa paciencia, que antes de que llegue el día de la Santa Patrona, empieza uno a pensar en meterse una sobrediosis de santidad y que se acabe la fiesta con un santísimo rosario. 

Y los del Parque sin explicar nada.

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