martes, 16 de junio de 2015

GOBIERNO


Si no una perversión que merezca condena pública, sí merece al menos una reflexión que permita, en algún momento, intentar replantear el modelo.  

Me refiero a los cambios que Manuel Chaves introdujo en el funcionamiento del gobierno andaluz y en el propio PSOE cuando para su desgracia y yo diría que la nuestra, llegó a Andalucía a sustituir a Rodriguez de la Borbolla. Funcionamiento y modelo que no estaba regulados en ninguna norma que saltarse y que Chaves cambió, sin preguntarla a nadie cuando vio rapar las barbas a su vecino; es decir José Rodríguez de la Borbolla.

La protesta generalizada de las estructuras de poder provinciales del PSOE frente a lo que entendían como excesiva centralización del gobierno andaluz, fraguaron, por aquel entonces, en un congreso regional que organizado por Alfonso Guerra en persona, le cortó la cabeza a Pepote y puso en su lugar la de Manolo Chaves. Una gran cabeza, por cierto.
La conclusión de aquel asunto no fue otro que reforzar estructuras provincianas que atendían a intereses de poder local, clientelar y cortoplacistas,  enemigas directas de la planificación y del rigor.
Desde ahí los consejos de gobierno se hacían por simples cuotas; cada provincia tenía lo que se merecía sin atender a la capacidad de los elegidos, sino sólo a su peso en la estructura. Los Delegados dejaron de ser Delegados de las Consejerías en las provincias para convertirse en puro aparato provincial que adolecían de una manifiesta falta de lealtad a sus consejeros pero que presumían de una fidelidad perruna a sus Secretarios Provinciales.
En cada decisión en los Consejos pesaba, sobre todo, la procedencia de cada Consejero. 
Mañana o quizás pasado, la nueva presidenta electa del gobierno andaluz formará gobierno, unos cuantos días después se elegirán los altos cargos y los delegados provinciales y veremos si la cosa sigue igual.